Nadie custodiaba ayer el lugar en el fue encontrada Sonia Carabantes. Un día después del doloroso hallazgo, permanecía en el ambiente un intenso olor a muerte. El hedor provenía de un arroyo seco por el que hace años que no corre ni una gota de agua. Su nombre, Sacamesipuedes, resulta ahora macabro. En su estrecho surco fue abandonado el cuerpo. La pendiente del inexistente caudal fue aprovechada para hacer rodar las rocas que sepultaban el cadáver.

"Esas piedras salieron cuando hice el carril de acceso a mi casa y el huerto. Fíjate para lo que han servido", explicó ayer Francisco Gómez, el propietario de la única vivienda del paraje de Cerro Gordo, unos pocos metros más arriba de la cruel sepultura de Sonia.

Sobre las piedras que quedan, --algunas han sido recogidas por la Guardia Civil para su análisis--, todavía hay restos de sangre. Enormes manchas ennegrecidas por el sol que cuesta mirar por el recuerdo de la tragedia tan cercana.

"EL PERRO LADRABA A MORIR"

Un perro olisqueaba mientras tanto los pies de su amo. "No veas cómo ladraba el otro día. Ladraba a morir", añadió. Era la madrugada del jueves, alrededor de las 5.30 horas, el mismo día y pocos minutos después de la supuesta hora en la que Sonia desapareció.

"Es verdad que esta zona se rastreó el domingo y el lunes y que nadie encontró nada, pero si el olor no comenzó hasta más tarde, es posible que nadie se percatara del cuerpo", explicó Francisco.

Taxista en Marbella, el hombre es amigo del padre de Sonia. Juntos trabajaron en la construcción. "Precisamente, lo llamé unos días antes para ver si venía a ayudarme a hacer unos muros. No creo que ahora quiera venir por aquí".

El padre de Sonia, José María Carabantes, cogió ayer al mediodía su coche e intentó acercarse al lugar donde fue encontrada su hija. Pocos metros antes de llegar, dio media vuelta y regresó a su casa.

Toda su familia seguía congregada en el porche. Rostros desencajados por el dolor. José María volvió a salir. Esta vez acompañado por la psicóloga que el Ayuntamiento de Coín a puesto a disposición de la familia. Los dos estuvieron varios minutos con los voluntarios que durante días han buscado a la joven. "No puedo hablar", acertó a decir el hombre a los periodistas.

Por la tarde, una visita provocó expectación. Era Alicia Hornos, la madre de Rocío Wanninkhof, que quiso mostrar su apoyo a la familia. Ella sabe mucho de dolor.