TTtenía pensado contarles mi experiencia de un final de etapa del Tour, pero no ha sido posible. Es lo que tienen las vacaciones, que se pierde la noción del tiempo. Convencidos de que era miércoles, y ya que estábamos relativamente cerca, decidimos pasar a Francia y ver en Foix la llegada de los corredores. Una vez allí descubrimos que nos habíamos equivocado de día. Era martes y jornada de descanso. Paseamos por la ciudad y pude comprobar el lamentable nivel que mi francés ha alcanzado. Yo pensaba que lo hablaba mejor; me parecía que en anteriores viajes entendía algo y me hacía entender, pero debía ser pura ilusión. Lamentable, sin paliativos. No recuerdo cuántas horas de francés dábamos a la semana en el colegio, pero me han servido de muy poco. Todo lo he olvidado o quizás es que nunca llegué a aprender gran cosa. La frustrante experiencia me llevó a pensar en la discusión abierta con el tiempo dedicado al castellano en el sistema educativo de Cataluña. Espero que las dos horas a la semana, o incluso las tres si hacen caso al requerimiento de la justicia, sean suficientes para aprender un idioma que, aunque sea por cercanía, les va a hacer mucha falta; pero ese es otro tema. Estaba hablándoles del viaje que, con veinticuatro horas de adelanto, hicimos a Foix y la malograda ilusión de ver llegar a los ciclistas, pero no hay mal que por bien no venga. Pusimos proa a Montsegur, el mítico castillo de la resistencia cátara al que se sube por un escarpado camino, abierto en la roca viva, por encima de la línea de denso bosque. Vi cumplido uno de los deseos surgidos de mis lecturas. Ya abajo, al dar la espalda a Montsegur, despide al viajero una gran piedra en la que está escrito: "Occitania libre". El Tour será otro año.