TDte siempre se ha sabido que no se pueden poner puertas al campo. Ahora es preciso aprender que tampoco se pueden poner a la nueva sociedad. Mientras Cameron estudia la posibilidad de impedir a la gente comunicarse si hay constancia de que planifican actos violentos, con toda seguridad ya se estarán innovando para evitar el control. Será inútil. Las redes sociales, que cuando sirvieron para convocar y dar oxígeno a las revueltas árabes fueron alabadas en las democracias occidentales por su bondad, son ahora puestas en la picota. No va por ahí el tema, al menos yo no lo veo. El problema está en la situación que vivimos. Oía el otro día a alguien decir que lo ocurrido en Inglaterra es la espuma que aparece cuando en el fondo las aguas están revueltas. Es el síntoma de que existe una enfermedad social. Quizás en las principales ciudades inglesas la dolencia sea más grave, pero eso no significa que el resto de Europa esté libre de turbulencias bajo la superficie y la espuma puede surgir en cualquier país. Es mejor que los descontentos se canalicen de forma pacífica como ha ocurrido en España con el movimiento 15 M. Sería un grave error desoír sus llamados. La protesta serena puede aquietar la mar de fondo. Si no se atiende esta demanda social, corremos el riesgo de que la intensidad de la agitación aumente e irrumpa con fuerza la violencia, desbordándose en forma de peligrosa nata.

Atender, tomar nota e intentar actuar en consonancia con lo escuchado. Hay mucho en el movimiento que puede tomarse como forma de acción. No son ideas de izquierda ni de derecha. Es el ideario para una nueva sociedad. Lo están diciendo pacíficamente. Los políticos no deben llevarnos a la pérdida de esta oportunidad.