Por favor, no os dejéis robar la esperanza y no seáis tristes". En su primera misa de Domingo de Ramos, el papa Francisco inundó la plaza de San Pedro con una nueva carga de humanidad y cercanía a las personas, como no sucedía desde hacía muchos años. Miles de romanos, turistas y peregrinos asistieron al rito que abre la Semana Santa, la primera del nuevo Papa.

La homilía que pronunció estaba escrita, como siempre, pero Francisco fue jalonando el sermón con sus habituales digresiones espontáneas, que el nuevo Papa suele pronunciar en un italiano mejor que el que usa al leer. "No creáis al maligno, que nos dice que no se puede hacer nada contra la violencia, la corrupción y la injusticia, o bien contra todos los pecados; no debemos acostumbrarnos al mal", dijo a sus fieles.

El papa Bergoglio agregó: "Dios no elige al más fuerte, al más valiente, sino al último, aquel a quien nadie había tomado en consideración porque lo que cuenta no es la potencia". Y pidió a los católicos que no se desanimen, a pesar de que "mirando a nuestro alrededor veamos cuántas heridas inflige el mal a la humanidad: guerras, violencia, conflictos económicos que castigan a los más débiles, sed de dinero, corrupción, divisiones, crímenes contra la vida humana y contra lo creado".

CAMBIO DE ESTILO Hizo hincapié en la codicia, el afán de dinero, el cual, recordó, "nadie se llevará consigo". Y en una nueva muestra del cambio de estilo en el pontificado católico, Bergoglio, que no ha perdido ocasión en sus primeras actuaciones como máxima autoridad de la Iglesia de remarcar con gestos y símbolos una mayor sencillez y proximidad al pueblo que la que habían mostrado sus antecesores en el cargo, apostilló: "Como decía mi abuela: niños, el sudario no tiene bolsillo".

Al principio del rito, el Papa vestía por primera vez una capa pluvial roja, que poco después se quitó para quedar con las habituales sotana blanca y manteleta. Al final de la ceremonia dio una gran vuelta a la plaza en un todoterreno descubierto, subiendo y bajando del vehículo, levantando inusualmente para un Papa el dedo pulgar en señal de ok, va bien, o haciendo con la mano el gesto de nos vemos después. Se paró un rato a hablar en castellano con un grupo de argentinos y, a lo largo del trayecto, le pusieron en los brazos a varios bebés y algunos minusválidos, a los que abrazó y besó.

Evocó igualmente el significado que, para los católicos, tienen la alegría, la cruz y la juventud. Alegría: "El cristiano no es una persona triste ni descorazonada". Cruz: La vida está llena de dificultades. Y juventud: "El corazón de un cristiano es joven, aunque tenga 80 años". Y a los jóvenes que en verano verá en Brasil en las jornadas de la juventud, ayer les envió su quinto tuit, invitándoles a decir al mundo que "es bueno --añadió-- seguir a Jesús".