TEtstos días he visto por la calle a un indigente extranjero pidiendo dinero con un curioso cartel: "Soy un patachula. Ayúdame". Al principio pensé que los patachulas son así, tan chulos ellos que no les cuesta nada contar lo que piensan en un cartelito, aunque sea políticamente incorrecto. Pero luego descubrí que era un error. Lo que realmente quería decir el tipo en su escrito es que era cojo. Supongo que todo se debía a un fatal error de su asesor gramatical, que debe ser un cabroncete o un cachondo, quien seguramente le había indicado que en español cojo se escribe patachula. Y es que, realmente, la vida está llena de asesores patachulas y patachulas mal asesorados, todo depende de los términos y la mala leche con la que se definan las cosas. Como ocurre con lo del aborto. Sin esperar a que se haya aprobado la ley del aborto los obispos ya han elaborado un comunicado bastante duro en el que atacan el anteproyecto del Gobierno. Aseguran los obispos que desde la Administración están intentando utilizar la salud "como excusa para eliminar a los que van a nacer" y que con ello "devalúan al ser humano para intentar justificar su eliminación". Son sólo algunas de las lindezas del comunicado. Es como un enorme cartelito pedigüeño con el que, de paso, advierten a todos los políticos que se consideren católicos para que sepan lo que deben votar ante la nueva ley y a lo que deben atenerse si no lo hacen. Se trata, aseguran los asesores eclesiásticos, de iluminar la conciencia de los católicos para ayudarles a configurar un juicio moral adecuado. ¡Pobres! No sé, creo que todo esto es como llamarle patachula a un cojo. La obra de algún cachondo o, más bien, la de un mal asesor.