Nadie escapa a la psicosis creada por el 20-A. Ni el Ministerio de Fomento, ni Spanair, ni sus empleados, ni por supuesto los pasajeros. Los 141 viajeros que ayer volaban de Barcelona a Lanzarote con un MD-82 de la misma compañía aterrizaron en Málaga y pasaron la noche en esta ciudad por una avería de poca importancia que, además, ya estaba reparada antes de tocar tierra. Pero el pánico de los pasajeros y las precauciones extremas que toman desde el siniestro de Barajas los responsables de los vuelos obligó a la imprevista escala en la capital de la Costa del Sol, y la prolongó mucho más de lo necesario.

La primera en curarse en salud fue la tripulación. Según Spanair, la avería afectó a uno de los tres generadores eléctricos que van a bordo del avión, en concreto al generador de repuesto. El desperfecto no era importante porque "fue reparado en vuelo", siempre según un portavoz de la compañía. Así las cosas, lo normal era continuar el viaje, pero el comandante ya había anunciado que pararían en Málaga por "una avería en el generador" y cualquiera decía entonces a los pasajeros que se iba a proseguir como si tal cosa.

HUMO EN EL ALA Un pasajero había explicado, además, que había visto un humo sospechoso en una de las alas, versión que niegan tajantemente fuentes de la compañía. "No hubo ningún incendio", aseguran. Una vez en tierra no había casi ningún pasajero dispuesto a continuar el viaje en el mismo aparato.

Aunque daba casi igual. El Ministerio de Fomento, con un celo inusual, comunicó al jefe de operaciones de Spanair que el avión no podía reempreder viaje hasta que dos inspectores de Aviación Civil no lo revisaran y le dieran el visto bueno.

El vuelo había salido de Barcelona a las ocho de la mañana y tomó tierra en Málaga algo más de una hora después. Avanzada la tarde, aún se esperaba la llegada del segundo inspector. El primero residía en la zona, pero el otro debía desplazarse desde una provincia cercana.

Spanair, además, no pudo poner un aparato alternativo porque no disponía de ninguno hasta el día siguiente. Aunque contara con el visto bueno de Aviación Civil, el cambio de avión estaba asegurado por la resistencia a proseguir el vuelo en el mismo aparato de los pasajeros.

UN OLOR EXTRAÑO La psicosis no es, sin embargo, exclusiva de Spanair y sus viajeros. Un Boeing 737 de EasyJet que cubría la ruta Londres-Cagliari tomó tierra en Niza porque una azafata detectó "un olor extraño" que no acertó a identificar. Ante la duda, el piloto optó por la parada. Una vez en tierra, los técnicos no detectaron anomalía alguna.

Expertos consultados aseguran que este tipo de reacciones son lógicas y más que comprensibles tras una catástrofe de las dimensiones de la de Barajas. Y más en este caso, en el que los familiares no han ocultado su desconfianza respecto a la decisión que tomaron la compañía y los pilotos tras analizar la avería detectada. "Yo también me hubiera negado a subirme a un avión de Spanair que ha parado por una avería", reconoció un especialista en psicología de vuelo.