TBtueno, la andanza no tuvo mucho que contar; se nos hizo corta, aunque, digan lo que quieran, las piernas van notando los kilómetros. Nos despedimos cordialmente de Elena, la directora de Cuca la Vaina, esa maravilla de Castrillo de Polvazares. Pasamos por un par de pueblitos antes de Rabanal y en El Ganso recordamos a aquella pobre peregrina americana que en estos pagos fue víctima de un canalla.

Mucho ambiente peregrino en Rabanal y como teníamos tiempo nos fuimos en los coches a ver Las Médulas. Demasiado lejos, tal vez. Lo que presumía habiendo visto ya Cabárceno: escarbaderos de los romanos en cata del oro. Y así fue. Bello panorama el del verde junto al ocre rojizo de la tierra y poco más. Nos comimos el bocadillo a la fresca sombra de los tilos de un merendero par de las cuatro casas de Las Médulas y regresamos, carreteritas solitarias a Rabanal.

Gratísima visita al albergue de unas damas inglesas que hospedan allí a peregrinos por la voluntad. Qué gente más estupenda la que va uno conociendo en este mundo del Camino. Le entran ganas al caminante de reconciliarse con la humanidad. Pero luego vendrá la vida tal cual y volverá el desengaño a hacernos presa. Maldita sea.

Después de cenar en el Refugio dimos un paseo por Rabanal, calles mudas y solitarias. Ni un alma. Imaginaos cómo será esto en el crudo invierno. Desde luego para mi misantropía, una maravilla. A las 10 p.m., todo Cristo en la cama y a coger fuerzas para la paliza de mañana, que nos están esperando Foncebadón y la Cruz de Ferro.

Good night, sister! , digo yo; Buen camino, señoggg!, dice la sor inglesa. Hasta mañana, si Dios y Santiago queren.