TSti los políticos tuvieran que desfilar en procesión durante la Semana Santa, Mariano Rajoy haría el papel de Jesucristo clavado en la cruz. Dicen que no tiene carisma, aunque yo diría que es crisma lo que no tiene: se la partieron durante el Prestige, la Guerra de Iraq, durante el Yak 42- Alguien tenía que dar la cara y la de Rajoy no hacía mala foto. En recompensa a su vía crucis, iba a heredar el gobierno de manos de Aznar , pero al final lo único que heredó fue una buena tunda de palos.

Rajoy es nuestro hombre en el Gólgota. Un triunfador en política que siempre pierde las elecciones; gran orador en el Parlamento para luego besar la lona a los pies de Zapatero en los debates televisivos; apaleado por los medios de comunicación de izquierda y ajusticiado por los de derecha; sin aparente capacidad de liderazgo a la vez que líder intocable de su partido; atractivo personaje de novela en continuo crecimiento interior pero cuestionado una y otra vez por el sanedrín popular en clara desventaja frente al plano y aburrido Rodrigo Rato .

Rajoy, el rayo político que no cesa, respira por la herida. Ha sobrevivido a la traición de Esperanza Aguirre, Mayor Oreja, Jiménez Losantos y P. J. Ramírez , y a la trama de espionaje de Madrid; y cuando más hundido estaba resulta que gana las elecciones en Galicia disfrazado de Núñez Feijoo . Rajoy juega al despiste con la política o la política juega al despiste con él, vaya uno a saber. En cualquier caso, me temo que hasta el final del vía crucis no podremos saber si está destinado a ser el próximo presidente del gobierno o si acabará tristemente amarrado a su cruz.