TDtice Rajoy que si llega al poder va a contarnos la verdad. Afortunado él que sabe cuál es y afortunados nosotros que seremos iluminados. Mientras llega, andamos a trompicones, pero nos queda la esperanza de que ya se acerca quien pondrá ante nuestros ojos, en toda su desnudez, las razones de las angustias de la existencia. Será el faro que nos guíe. Bajará como lengua de fuego para infundirnos el conocimiento. Luz de luz, trono de sabiduría. Nosotros, pobres ratones ciegos, esperamos confundidos, sin atrevernos a conjugar a Shakespeare . Seremos o no seremos. Esa es la cuestión, pero la paz de la verdad llegará a nosotros. Ya está en camino el portador.

Releo lo escrito y detecto la pluma del descreído, pero a estas alturas desconfío de las palabras. El lenguaje, que en la comprensión tiene su esencia, ha sido tantas veces utilizado para confundirnos y para camuflar objetivos, que el escepticismo ha llegado a habitar en mi interior. Es triste dejar de creer en las palabras, en lo que se nos dice, porque hemos aprendido que es mucho lo que pueden ocultar. Hablo de Rajoy, pero podría referirme a cualquier otro responsable político que me ofreciera la verdad en bandeja. Dominan el arte de la argumentación y juegan con las palabras para crear mensajes que oculten los verdaderos pensamientos. Crean así el caos en la mente de los que nos debatimos en el laberinto. Estoy cansada de chocarme contra espejos que se ofrecen como falsas salidas.

Quizás tampoco ellos, los constructores de mensajes, sean culpables porque también están confundidos y buscan la verdad desesperadamente.

No sé.