--Vuelve a la televisión interpretando a un emigrante español...

--Exacto. Es un hombre que se marchó a Argentina muy joven, dejando en España a una novia, a la que quiere pero con la que pierde el contacto, porque la emigración te aparta de tu tierra. Pero también de los seres queridos, sobre todo en aquella época en que apenas se podía utilizar el teléfono. Aprovechando que ha tenido la opción de volver a su país para hacerse un trasplante coronario, quiere localizar a esa mujer para intentar recuperar aquel viejo amor.

--¿Y lo consigue?

--Lo consigue, pero no le sirve de nada. Han cambiado tantas cosas que ya le resulta imposible dar marcha atrás. Ella tiene la vida solucionada con su familia, y a mi personaje se le caen los palos del sombrajo y se vuelve a Argentina. A través de todo ello se habla del desarraigo de la emigración y de la imposibilidad de recuperar el pasado.

--Su personaje ha estado 50 años en Argentina. ¿Cómo ve esta España a la que regresa?

--En eso no se insiste mucho, pero hay algunas pinceladas sobre el tema. Por ejemplo, su sorpresa ante lo que han cambiado las estaciones de tren y lo moderno que es el aeropuerto. También hay una secuencia en la que, antes de ingresar en el hospital, convence al conductor de la ambulancia para que le lleve a recorrer los sitios de su infancia, y claro, no reconoce nada, porque todo son edificios nuevos y grandes centros comerciales.

--No viene mal recordar ahora que también se emigró en España.

--Al contrario, porque a veces pensamos que eso de la emigración es una cosa de ahora y de personas de otros países que vienen a España, y no es así. Recuerdo que hace mucho, en uno de mis viajes a Alemania, actué ante un grupo de emigrantes andaluces que trabajaban en la Volkswagen y vivían hacinados en unos barracones. Comprobé lo bien que trabajaban en esas condiciones, y cuando regresé y me decían alguna cosa sobre que los andaluces son muy vagos, pensaba: sí, serán vagos, pero bien que trabajan en Alemania, ¿no será que tienen mal patrón?

--Desde Señor Alcalde, en 1998, y hasta el 2007, con Herederos, no había hecho tele, ¿por qué?

--El problema que tiene la televisión, no cuando se hacen tres capítulos, como ahora interpreto yo en Hospital Central , sino cuando se está en toda la serie, es que es un trabajo muy rápido. El guión llega con poco tiempo y exige aprenderse el papel y grabar a toda velocidad, y yo soy un actor más lento. Necesito estudiar el papel durante un tiempo para que aquello tenga fluidez y emociones. Tengo que encariñarme con las frases, a veces cambiar una palabra, con permiso del director, claro, para encontrar el sentido de lo que hago. Y eso es complicado a veces. Por eso, decidí tomarme un descanso. El problema es que uno decide cuándo se va, pero no cuándo le vuelven a llamar.

--Al volver habrá encontrado muchos actores nuevos...

--Muy jóvenes y muy buenos. Hasta el punto de que me da envidia no haber estudiado en una escuela, porque hubiera aprendido mucho antes cosas que me costó tiempo y trabajo aprender.

--¿Qué papel juega ahora la televisión para usted?

--Creo que ha madurado mucho y hay producciones magníficas y muy bien hechas, que son estructuras y fabricas de procesos de manufactura artística. Personalmente las series españolas, junto con los informativos, es lo que más me gusta de la tele.