—¿Aún le daría vértigo decir en voz alta: «Soy el sustituto de Jordi Évole en ‘Salvados’»?

—No. He tenido tiempo suficiente para irlo asimilando. Y me pilla con una edad. Además, él nunca dijo «sustitúyeme», sino: «Quiero que cojas Salvados tú; si no, lo cierro». Eso no es sustituir. Eso es que te confíe un hijo un pedazo de padre como Jordi, lo cual me pone cualquier cosa menos nervioso.

—Usted ya está bregadito en este tipo de periodismo. De hecho, ya hizo un máster en ‘Caiga quien caiga’ y ‘El intermedio’…

—Sí. Miro para atrás y veo que he tenido mucha suerte con los programas en los que he caído. Sobre todo, por haber tenido tiempo para aprender en ellos, porque en Caiga quien caiga fueron tres años, recién llegado a la tele, con lo que he aprendido a hacerla con los mejores. Después, pasar nueve años en El intermedio es mucho tiempo para aprender a hacer periodismo en la tele, a contar historias... He tenido los mejores directores posibles que saben mucho de televisión, de narrativa audiovisual, de periodismo... No dejo de pensar que todos los pasos que he ido dando hasta ahora parece que estaban orientados a hacer Salvados. Este es mi primer trabajo como presentador, y lo que he hecho como reportero me ha traído hasta aquí.

—¿Le ha dado algún consejo ‘papá Évole’?

—Se ha ofrecido para lo que quiera, pero no me ha dado ningún consejo. Me ha dicho que cuide del equipo, aunque quizá fuera mejor consejo que me cuide yo del equipo. La relación es mucho más de confianza como para ir dándonos consejos. Evidentemente, si algún día necesito tener una pista sobre el trabajo, le llamaré y seguro que me la dará. Pero ha hecho una cosa que para mí es de buenos padres: dar espacio, dejar hacer, estar pendiente sin estar encima… Y eso se agradece. Ya del primer programa me hizo el mejor comentario, el que más ilusión me podía hacer: «¡Tío, parece que llevaras toda la vida haciendo Salvados!».

—¿No comprende ningún otro tipo de periodismo que no sea el comprometido, el de denuncia?

—No. De periodismos hay tantos tipos como de periodistas, probablemente, y como de historias por contar. Ahora, yo he tenido la oportunidad y suerte de dedicarme a este tipo, que me encanta como consumidor y al que le encuentro un sentido como profesional. Y, encima, parece que no se me da mal. Por lo que ¿para qué renunciar a esto? Ya renuncié al periodismo deportivo en la radio y lo mismo hice con el programa El método Gonzo (Antena 3). No funcionó la apuesta principal, no me veía capacitado ni preparado para hacerlo y preferí dejarlo. Pero este tipo de periodismo no es el único que funciona y es útil, simplemente es el que me gusta. Y mientras me dejen seguir ejerciéndolo, no tengo miedo para nada.

—Tampoco le tiene miedo a las presiones.

—No me preocupa en absoluto. Aquí la recompensa viene por otro lado: el cariño que noto muchas veces en la calle, el agradecimiento... Presiones las hay, pero estamos en la España del año 2019 y no pasan de llamadas de teléfono… Con todo lo que hecho, no es para tenerle miedo.

—¿Y cómo ve a Andrea Ropero, su sustituta en ‘El intermedio’?

—El programa ha ganado con ella. Yo, de hecho, no tenía ninguna duda. El primer día que la vi con lo de Lampedusa, como me dijo Jordi a mí, parecía que llevaba toda la vida haciendo El intermedio. Cuando eres buena periodista y ya tienes la experiencia de estar delante de la cámara, se nota. Yo con Andrea lo noto. Y hablo con ella -somos vecinos- y la veo tranquila. Está disfrutando.