Soseguémonos. Vayamos a las raíces del periodismo. Por ejemplo, Ryszard Kapuscinski. Sigue siendo noticia: al fin y al cabo es premio Príncipe de Asturias. Sánchez Dragó lo sacó el domingo, en Oviedo, en el Hotel Reconquista (Negro sobre blanco , La 2 de TVE).

Charlaban de cómo hay que mirar el mundo para poder transmitirlo. ¡Ah!, Kapuscinski lleva 70 años mirando, o sea que algo habrá aprendido sobre los puntos de vista.

Decía: "Hay que explicar lo que ves a base de fragmentos. Fragmentar la realidad. Profundizar en ella por parcelas. Cada fragmento, un artículo". Y Dragó, embelesado, le decía: "¡Cómo la visión del ojo de la mosca, que es poliédrico!". Sí señor, como el tábano de Sócrates, que a la vez que mira, va picando.

Interesante manera de mirar la de Kapuscinski. Cada artículo, la visión de un fragmento de la vida. Cada reportaje, un aguijón que penetra en una parcela del mundo, como la ceratitis capitata --la tremenda mosca de la fruta-- cuando perfora los melocotones de la vega mediterránea. Es la polifónica visión del periodismo. Y además, afrutada.

Decía Machado, con rima salvaje: "El ojo que ves / no es ojo porque lo veas: / es ojo porque te ve". Deberíamos aspirar a ser mosca cuando miramos. Deberíamos intentar imitar a Kapuscinski, aunque no lo consigamos.

Otras miradas --. Sigue la tele mirando, deslumbrada, la belleza de Letizia y su regio triple salto. El lunes por la mañana Jaime Peñafiel, el gran cronista con más de mil leguas de bodas reales a sus espaldas, le decía a la señora Campos (Día a día , Tele 5): "Cuidado. Estamos democratizando una institución que se transmite de padres a hijos, y que no tiene nada de democrática".

Y mientras doña Tere se asustaba, Peñafiel remataba: "No vamos a transformar ahora a los Reyes en una familia de clase media ¿verdad?". ¡Ah! qué mirada de mosca la de Jaime: a menos sangre azul, más clase media. Eso sí, acomodada.