Si ahora se siente como si hubiera regresado a la vida tras haber dejado la cocaína, para Maradona volver a vivir un Mundial de cerca es casi como si reapareciera aquella mano de Dios con la que marcó un tanto a Inglaterra. O revivir aquella larga cabalgada con el balón atado a su bota para firmar el gol más bello, también ante los ingleses, en México´86. Diego, el pibe, está como un niño con botas nuevas.

"Soy feliz alrededor del fútbol. En el Mundial de Alemania veré los encuentros de España, Argentina y los que pueda. Además vendrá conmigo mi hija Dalma". Así se expresaba ayer el ídolo entre una nube de fotógrafos y cámaras.

48 KILOS MENOS

Con la nueva figura que exhibe tras haber perdido 48 kilos (pesaba 124), con sus dos relojes, "uno con la hora mía y otro con la de mi hija", con el dedo meñique de la mano izquierda entablillado tras un percance, a Maradona se le ve con ganas de masticar fútbol. Habló de todo. De la España de Luis Aragonés, "una selección con hambre que debe pelear por estar entre los cuatro mejores". De Brasil, su gran favorita para levantar la copa dorada.

No le gusta que le hablen de su sucesor, pero sin querer se detiene en Ronaldinho, el jugador al que admira. "No hay sucesores. Cada uno tiene su tiempo, pero Ronaldinho tiene ventaja por la alegría con la que juega", declaró.

Lo hizo con la misma sencillez con la que habla de su adicción a las drogas y de su rehabilitación. Para dejarlo se apoyó en sus hijas. "Mis únicas diosas fueron Dalma y Gianina, mis hijas. Lo tengo superado, pero no hay que lanzar tiros al aire", dijo el astro argentino. En ellas también piensa cuando habla de su gran sueño, que no es otro que ser el seleccionador de Argentina. "Sería la frutilla a mi carrera. Entonces mis hijas dirían ´papá volvió´", dijo.