A las 16 horas y 50 minutos del pasado martes, España entró en déficit ecológico. En apenas tres meses y medio el país ha agotado el que se estima que es su presupuesto ecológico anual, es decir, la cantidad de recursos naturales que puede utilizar y consumir cada año en relación a la capacidad de su entorno para regenerar esos mismos recursos o producir otros nuevos. Si todos los habitantes de La Tierra vivieran con ese ritmo de consumo, cada año serían necesarios tres planetas para satisfacer la demanda mundial. Pero con una población que se acerca a los 7.000 millones de personas, el nivel de desarrollo económico es muy desigual, hasta el punto que los abusos consumistas de unos son compensados por la contención de otros, sin que los recursos se agoten, al menos por el momento.

Incluso dentro de un país que se encuentra entre los más desarrollados del planeta, como es el caso de España, hay notables diferencias. Así, mientras un extremeño consume apenas la mitad de los recursos que se pueden generar cada año en la región, el ritmo de vida medio de los españoles equivale a un consumo dos veces superior pese a que la capacidad del país, en su conjunto, para aportar nuevos recursos es muy inferior.

Este es uno de los aspectos que se resalta en La huella ecológica de Extremadura , un estudio realizado por un equipo de ecólogos de la Junta de Extremadura para evaluar el grado de sostenibilidad de la sociedad extremeña. Al frente de este trabajo ha estado María Angeles Pérez, la directora general de Evaluación y Calidad Ambiental, que entre las conclusiones subraya que la comunidad autónoma "utiliza menores cantidades de materiales y territorio para su desarrollo" de las que dispone y puede recuperar.

INDICE DE SOSTENIBILIDAD Para calcularlo se han basado en el concepto de huella ecológica, que es el indicador utilizado por el Comité Económico y Social Europeo y considerado como la mejor vara para medir la sostenibilidad ambiental de las sociedades modernas. La huella hace referencia a la superficie, en hectáreas por habitante, que se necesitan para producir los recursos consumidos y asimilar los recursos consumidos. Para estimarlo se tienen en cuenta aspectos como el consumo de productos procedentes de la agricultura, la ganadería, la pesca, las masas forestales, las fuentes de energías fósiles y renovables, derivados industriales o la superficie ocupada por urbanizaciones, carreteras y otras infraestructuras o la producción de gases de efecto invernadero.

Así, a partir de datos como que la demanda de productos derivados del ganado asciende cada año en la región hasta los siete millones de toneladas y 193.000 toneladas en el caso de la agricultura, o que se utilizan 59 millones de gigajulios en aprovechamiento energético (electricidad y petróleo), el estudio estima que cada Extremeño consume al año el equivalente a la producción de 3,08 hectáreas del planeta. Esa cifra es sensiblemente inferior a la capacidad productiva de la región, estimada en 6,08 hectáreas por habitante y calculada según la superficie dedicada a cultivos, pastos, bosques, recursos hídricos y terreno urbanizado. De esta forma Extremadura sería un territorio con un amplio superávit ecológico. Sería necesario duplicar el ritmo de consumo o la población de la región para colmar su biocapacidad.

Por su parte, según los últimos cálculos realizados por Global Footprint Network --la Junta ha usado sus criterios y recomendaciones para realizar su estudio--, la huella ecológica media de cada español era de 5,42 hectáreas por habitante --muy por encima de la regional--, mientras que capacidad productiva se quedaba en 1,61 hectáreas por habitante.

Entre las claves que explican estas diferencias entre los datos extremeños y nacionales están el menor gasto de energía en Extremadura para consumo de bienes y servicios, la mayor superficie de terrenos productivos en relación a la población o el bajo grado de urbanización del suelo de la región --apenas el 1% de la superficie total--.