Las carpas montadas por el llamado Club Selección generan un extraordinario ambiente antes del partido de España-Estonia y miles de aficionados disfrutan con los distintos juegos, los trofeos ganados por la roja , los concursos y, de paso, engordan las arcas de la Federación Española de Fútbol que hace caja con la venta de equipaciones y balones oficiales. Sin embargo, el martes y ayer (salvo tras el partido) faltó algo más allá de lo material y mucho más valorado por los hinchas: un gesto, un detalle; en definitiva, un comportamiento humano de los jugadores; o más bien, de quienes les rodean. Ellos, con seguridad tienen esas órdenes, pero costó Dios y ayuda que unos pocos afortunados tuvieran el premio de horas de espera para lograr un autógrafo --lo de la fotografía fue imposible-- para hacer inolvidable la visita a Mérida. Primó la seguridad sobre los sentimientos, aunque la expectación merecía reforzar las medidas. Y eso que los jugadores querían agradecer el apoyo, y lo hicieron aplaudiendo a la grada desde el césped.

Basta un dato: el portero internacional Andrés Palop, campeón de Europa, se pasó por una de esas carpas e hizo lo que la gente esperaba, firmar autógrafos. Eso bastó para hacer felices a centenares de personas. Al final, tras el partido, hubo varios (Casillas, Reina, Capdevilla) que sí se pararon y firmaron autógrafos, no así Fernando Torres, que no lo hizo ni con los periodistas.

Pablo, Francisco y Carlos tienen 10 años y junto a Coral (12), todos vestidos con sus colores, tenían la sensación agridulce que produce llevar horas esperando a sus ídolos, pasando mucho calor (hubo más de una lipotimia), verlos separados por vallas y volver a casa con la libreta en blanco. "Nos hubiera gustado tener un autógrafo", decían. Igual que Juan, de Badajoz, que ya vió a la roja en su ciudad. Pese a todo, podrán decir: Yo vi jugar a los campeones .