Una llamada de menos de cinco minutos poco después de las 11 de la mañana puso ayer fin a las esperanzas de cambio en Estados Unidos. A esa hora, y tras una noche de deliberaciones sobre la utilidad de esperar a la contabilización de votos provisionales en Ohio, el senador John Kerry llamó a George Bush y le felicitó por su victoria, contundente en lo que respecta al voto popular. El candidato demócrata utilizó un "enhorabuena, señor presidente", pero instó a Bush a luchar contra la polarización que vive el país, una división brutal y palpable sobre todo en cuestiones morales y sociales que el martes se confirmó en las urnas.

"Nos amenaza el peligro de la división y necesitamos desesperadamente la unidad", dijo Kerry horas después en lo que se conoce como el discurso de concesión , en el que un candidato reconoce la victoria del rival. Lo ofreció en el Fanueil Hall, el local de Boston donde inició su carrera por alcanzar la Casa Blanca hace dos años, y donde ayer recordó que en democracia "no hay perdedores".

MENSAJE PATRIOTA Su mensaje, regado de patriotismo, tuvo varias facetas. Además de los agradecimientos a quienes han trabajado con él en una de las campañas más caras e intensas que se recuerdan, quizá su componente más relevante para el futuro político del país fue asegurar que seguirá apoyando a las tropas estadounidenses y la denominada guerra contra el terror. Estos dos aspectos le han enfrentado ferozmente con los republicanos en la campaña y han contribuido a polarizar el país.

A Kerry le precedió en el escenario su candidato a vicepresidente, John Edwards, que reiteró el mensaje que lanzó la noche anterior en Copley Square, cuando el partido se resistía aún a dar por perdido Ohio. "Seguiremos luchando para contar cada voto y porque cada voto cuente", dijo el exsenador.

DEMASIADAS HIPOTESIS Kerry explicó después que un análisis riguroso les había convencido de que "era imposible ganar". El mero hecho de plantearse la espera en Ohio resucitaba los fantasmas de Florida en el 2000: primero había que confirmar cuántos de los casi 150.000 votos provisionales emitidos en Ohio eran válidos. Luego, tras esperar los 11 días a que obliga la ley para contarlos, había que confiar en que la inmensa mayoría fueran para Kerry, que tenía en el estado una desventaja de 134.000 votos. Demasiada espera, demasiadas hipótesis.

No es lo que buscaba ni necesitaba el Partido Demócrata, en el que ahora se debería abrir un periodo de reflexión, debate y autocrítica. Maltrecho por la derrota también en el Congreso y en Senado, el partido corre riesgos. Y ayer John Kerry intentó minimizarlos, en parte llamando a sus votantes a "no perder la fe".