El tradicional embutido del bucho, similar al típico botillo español, y las capeas del forcón, protegidas por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial, marcarán los carnavales del concejo luso de Sabugal (región Centro), en la frontera hispanolusa con España.

El forcón es una tradición centenaria, única en el mundo, donde las gentes de la comarca de Sabugal torean a los astados con el denominado forcón, elaborado con troncos y con forma de abanico gigante, que es sujetado por una veintena de mozos y mozas para soportar las embestidas del morlaco en el ruedo.

"Es el único lugar del mundo donde se torea así", explica Vítor Proença, el alcalde de Sabugal, un concejo que limita con las provincias españolas de Salamanca y Cáceres y que tiene un acuerdo para la difusión de contenidos con EFE.

La primera capea del forcón de cada año se celebra en los carnavales de una pequeña localidad, Aldeia do Bispo, perteneciente al concejo sabugalense, una festividad que espera la llegada de cientos de turistas.

Esa primera capea será el próximo domingo a partir de las 15.00 horas (hora local) con toros de la ganadería de Joao Moura. Y el Martes de Carnaval harán lo propio a la misma hora en el coso de Aldeia do Bispo.

Forcón y bucho, un carnaval único en la frontera hispanolusa EFE

Son días, recuerdan los aficionados, en los que en este pueblo se hablan tres idiomas: portugués, español y francés.

Muchos españoles, debido a la proximidad, acuden a presenciar estos eventos taurinos, mientras que cientos de personas que residen en Francia y son oriundas de este concejo regresan por estas fechas para disfrutar de las fiestas.

Bucho, el hermano portugués del botillo

Durante el Sábado de Carnaval, Sabugal rendirá culto a su embutido más singular, el bucho, elaborado con carne y huesos de cerdo, similar al afamado botillo de la provincia española de León y también conocido como buche en la región española de Extremadura.

Según Proença, alrededor de 30 cofradías de todo el país se congregarán para degustar los primeros embutidos de bucho, tras las tradicionales matanzas del cerdo, que se suelen hacer entre finales y principios de año.

Antaño, el bucho era esencial para los pastores trashumantes que recorrían el país con sus ovejas y les servía de alimento diario.

Hoy, lejos de servir de alimento para los pastores, esta comarca lusa conserva la elaboración artesanal de este embutido como una de sus señas de identidad gastronómica.