Dos expresiones para la pandemia: “Todos vamos en el mismo barco” y “Pobre pero honrado”. La primera ha servido de defensa (psicológica) mientras no ha habido vacuna. La segunda es la que esgrime la Unión Europea ante las farmacéuticas por el suministro de las vacunas, que favorece a los países que han pagado más y mejor.

Cuando se vio que la pandemia era pandemia en sentido estricto, es decir, global, indiscriminada y conjunta, lo único que se podía hacer, mientras la ciencia investigaba, era resignarse y adoptar algunas medidas de higiene básicas, todavía prescriptibles y útiles. En la resignación, por supuesto, cabían los rezos y hasta el mea culpa, como han cabido las teorías conspirativas y las soluciones mágicas, seguro. Pero era una resignación global, por más que cada cual la sobrellevara con mayor o menor estoicismo, a título personal o en grupo, o intentara conjurarla con estrategias de ánimo personales e íntimas (tantas como personas) o conjuntas y sociales, como el aplauso de las ocho de la tarde, aquel tic. La resignación era indiscriminada porque el virus era indiscriminado: ningún país exento, ninguna distinción social, económica, ninguna exención por edad, raza o sexo…, nadie a salvo de la posibilidad enfermar. O sea que, en efecto, sí, todos en el mismo barco. Y de ahí el consuelo, ese mecanismo de defensa que no habría sido solo de los tontos, como dice el dicho, sino de todos, pues la resignación ha sido compartida por obligada.

Por lo mismo, y dado que el esfuerzo por dar con una cura ha sido global y conjunto (siquiera moralmente), la vacuna debía ser para todos y a la vez. Pero no. El suministro está llegando a unos países antes que a otros, lo que significa que el barco no era un galeón medieval sin salvavidas sino un buque bien equipado que, llegado el momento del rescate, ha dispuesto botes no para los niños y las mujeres primero (perdone el feminismo) sino para los que han pagado más y mejor. La reacción de la Unión Europea ha sido de indignación, claro, pero no tanto por la gestión de las farmacéuticas como por su propia ingenuidad, pues creía también que el barco era el mismo para todos. ¿Habría que acusar las farmacéuticas de privilegiar a los que han pagado más por las vacunas? Solo si se acusa a los que más han pagado por las vacunas de preocuparse más por sus ciudadanos. La cuestión es Europa, pobre pero honrá, lo que la Unión Europea ha estado dispuesta a pagar por la vacunación, no lo que otros hayan pagado para asegurársela.

*Funcionario