Unos lo celebran, lo magnifican, lo aman con el mismo entusiasmo (o incluso más) que al ser querido. Otros lo detestan, lo rechazan, le afean haberse convertido, como tantos otros, en un estímulo para seguir en la rueda del comprar sin parar.

Porque es cierto que la primera campaña de San Valentín en España la orquestó Galerías Preciados, que nos gastamos sesenta euros de media por persona en este día y que el sistema está montado de forma que un evento se enlaza con el siguiente: llega enero y empezamos con los Reyes, para seguir con las Rebajas (y sí, le adjudico la mayúscula porque es otro de los nuevos dioses de nuestra cultura contemporánea occidental). Las Rebajas enganchan con San Valentín que se encadena con los Carnavales, que enlaza con el Día del Padre, que se engarza con la Semana Santa, que se entreteje con el Día del Libro, que da paso al Día de la Madre y en cuanto te descuidas comienzan las Rebajas de Verano, y luego claro, las Vacaciones, y luego a comprar los libros de texto y el material escolar, y la ropa de nueva temporada, y de esa pasamos a la que nos ponemos en Halloween, ojo que llega el Black Friday (blackweek o incluso month) junto al Ciber Monday, Navidades, Nochevieja, y así hemos llegado a enero otra vez. Esto sin hablar de los nuevos Días, como uno que me fascina, el del Orgullo Friki. Que hay que ver qué caro sale ser friki, porque para adquirir merchandising de StarWars, Harry Potter o El Señor de los Anillos te dejas medio sueldo. Comprar reproducciones en los chinos no vale, está tipificado como delito grave en el Código Penal del Friki.

Pero volvamos a ese Cupido con sus flechas y los extremismos que le acompañan. Está el de los fervientes defensores, y está el de los que lo tachan de ñoño, de fomentar el mito de la media naranja y la dependencia en lugar de cuidarse y quererse a uno mismo, como la de la película que se casa con ella porque quién mejor para entregarle su corazón. Y es que en este nuevo boom de los negacionismos, también están los negacionistas del amor. Yo, miren, seré una cursi, pero lo reivindico. Y no solo hacia la pareja. El amor a cada una de las personas queridas, sea amiga, madre o prima. Y el amor a cada una de las no-personas queridas, que es quizá uno de los más leales y menos comprendidos. A tu perro, a tu gato, o, como mi inspectora Camino, a tus hormigas. Que una de las ventajas del amor es que es libre, carajo. Y si amas a las hormigas, pues como si amas a los tulipanes.

En el proceso de documentación de mi última novela quise sumergirme en ese amor generoso y altruista -no puede ser de otra forma si es amor verdadero- que algunas personas profesan, no solo hacia el prójimo entendido como el resto de humanos, sino el resto de animales. Los animales no humanos, como ellos dicen. Pasé unos días en un santuario, un lugar donde se proporciona un hogar a galgos rescatados del ahorcamiento en lo alto de algún olivo, burros abandonados porque ya no sirven para cargar, terneros liberados de granjas intensivas, cerdos que lograron escapar de un terrorífico final en el matadero, gallinas que se pasaron la vida encerradas en una jaula del tamaño de un folio. Allí el cariño se reparte entre animales humanos y no humanos. Parten de la premisa de que estos últimos también tienen derecho a vivir sin ser explotados en base a un beneficio económico, y a que no se les descarte si no son rentables, arrojándolos a contenedores de basura o dejándolos morir en la mayor de las soledades. De modo que crean vínculos con ellos, y les regalan unos meses, con suerte algunos años, en los que conocen lo que es en verdad la vida, incluso algún destello de felicidad. Yo lo he visto en sus ojos al saludar a su familia humana. En los del cerdito Dexter, en los de la cabritilla Enara, en los de la yegua Kaleeshi.

Así que celebro esas otras formas de querer, ese amor bestial en todas sus acepciones. Permítanse el lujo de amar a un animal -no humano- alguna vez. Y de dejarse amar por él. Les cambiará por dentro. Lo dice una enamorada de un humano hasta las trancas. Pero eso es lo bueno del amor, uno tiene más cuanto más genera. Regalen amor a diestro y siniestro, que es lo mejor que tenemos para ofrecer. Feliz Día de San Valentín.

*Escritora