Cuando el gran Fray Luis de León escribía aquello de lo descansada que era la vida de la del que huía del mundanal ruido y seguía la escondida senda por donde habían ido los pocos sabios que en el mundo habían sido… hablaba de lo reconfortante que resulta escapar del bullicio mundano cuando uno necesita, con precipitada necesidad, desconectar del ruido y de la presencia de los demás por un tiempo. Es la soledad buscada y reporta, al que tiene la suerte de encontrarla, infinidad de beneficios físicos y, sobre todo, psíquicos.

Pero esta soledad tan querida, tan pacífica y agradable, tan llena de paz se contrapone enérgicamente con otra soledad, esa que no se busca, la soledad no deseada. Dicen, quienes la sufren, que es como una horrible enfermedad que llena de terribles y oscuras sombras la tarea de vivir cada día. Ahora que se prodigan las fakenews (notificas falsas) en los medios de comunicación y las redes sociales, cómo me hubiera gustado que hubiera sido una de ellas cuando, hace ya unos meses dieron la noticia del hallazgo de una mujer en un domicilio del número 51 de la calle de José del Hierro de Madrid, que llevaba muerta más de 15 años. ¡Quince años! ¿Cómo es posible? Y dicen que la policía entró en el domicilio porque, parece ser, que un familiar la echaba en falta. Pero me pregunto, ¿y en qué año, de los que llevaba muerta esta pobre mujer, la empezaron a echar en falta?¿En el primero, o en el cuarto, o tal vez en el décimo, o fue en el décimo cuarto? … ¡Qué tristeza que ocurra esto en un país como el nuestro, un país moderno del siglo XXI y que nos dejemos todos morir así a una persona anciana en el olvido más absoluto! Un país donde hay muchos jóvenes que lloran y se apenan y les duele profundamente la muerte de vacas y cerdos que llevan al matadero.

Esta es la soledad que duele y que sufren muchos en una sociedad moderna donde la libertad para amar a alguien de un sexo diferente, o de tu mismo sexo, o ambos a la vez, o incluso, y esto es de lo más moderno y actual, uno puede ser poli-amoroso, es decir, amar a todo, de toda clase y condición, y cuando a uno le apetezca. Un país que respeta como nunca a los animales. Que visten a sus mascotas en invierno para que no se resfríen, que les llevan al médico si están enfermos y les hacen radiografías y estudios clínicos antes de ser operados, e incluso piden una segunda opinión a otro veterinario para estar seguros del éxito de la operación.

Un país y una sociedad moderna que, sin embargo, olvida una mujer muerta quince años en su casa en la soledad más doliente y más terrible. Desgraciadamente y casi increíblemente, si no fuera porque no dejan de aparecer noticias que corroboran la evidencia, detectamos, muchas veces, más por el olor que por el dolor, que la soledad no deseada se ha cobrado otra víctima que nadie, entre tanta gente, echaba en falta.

El último año y medio vivido nos hace una llamada a la consciencia y a la conciencia para que cambiemos, en nuestra escala de valores, el puesto que dedicamos a la atención de aquellos que no buscan la soledad ni quieren apartarse de los demás, sino que necesitan de nuestra compañía, de nuestra ayuda, de nuestro calor y cercanía. La esperanza de vida de los países desarrollados permite a las personas mayores vivir más tiempo. El progreso consigue proporcionar a los ciudadanos una mejor calidad de vida, pero los que dirigen los países deben ser conscientes de que vivir mucho en medio de una soledad no deseada merma las ganas de querer seguir vivo. Las dotaciones de personal médico especializado en las residencias de mayores se hacen, ahora más que nunca, vitalmente necesarias, y es el momento de invertir los recursos en ellas. También deben crearse puestos de personal de acompañamiento para los mayores que quieren permanecer en sus domicilios en la última etapa de su vida. Hagamos, todos, un esfuerzo y no permitamos que exista nunca esa soledad no deseada para que, a nadie, por fin, nunca más le duela.

*Ex director del IEX Ágora de Cáceres