Parece que últimamente voy de efeméride en efeméride. Si la semana pasada fue el Día del Libro ayer fue el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo que promueve el trabajo seguro, saludable y digno además de rendir homenaje a las víctimas de los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales.

Como decía la semana pasada respecto a la lectura, hay celebraciones que en pandemia multiplican su significado y su valor intrínseco, díganselo a los sanitarios especialmente durante la primera ola, a las fuerzas de seguridad, docentes y trabajadores considerados esenciales en particular y al resto en general.

Pero a lo que voy, seguridad y salud en el trabajo ante todo, y de eso en el ámbito docente, queda mucho por hacer, pero no mañana, que también, hoy mismo. Queda un trimestre aún para terminar el curso escolar y todavía hay docentes sin estar vacunados con la primera dosis, otros que incomprensiblemente sanidad no considera esenciales, como los que imparten clases en adultos o escuelas oficiales de idiomas y la inmensa mayoría con la incertidumbre de no saber el procedimiento a seguir después de haber sido vacunados con una dosis de Astazeneca, ahora prohibida para ciertos tramos de edad. De las supuestas medidas de distanciamiento, insuficientes, y grupos burbujas, que duran menos que las de los tubos de pompas de la feria, mejor ni hablamos, menos mal que contamos con los mejores profesionales que de verdad están haciendo lo imposible para mantener las aulas seguras. 

Pero no sólo se trata de vacunar y acabar este trimestre, el año que viene seguiremos conviviendo con el covid y nuestra administración además de actualizar el protocolo, debe asegurar como mínimo las mismas plantillas actuales desdobles y «ratios» que al menos permitan que los centros sigan siendo seguros y no poniendo en peligro lo logrado hasta la fecha.

Pero lo que otorgaría ciertamente más seguridad y salud en el trabajo, en nuestro trabajo, que también afecta al resto de la comunidad educativa, principalmente al alumnado, sería dotar a nuestros centros escolares de enfermer@s escolares, con covid es más que evidente, materiales de protección, temperaturas, distanciamientos, medidas, actuaciones, diagnóstico, etcétera, también sin covid, realizando las funciones que le son propias de salud escolar, atención, asistencia, formación y prevención.

Seguridad y salud en el trabajo ante todo, pero ninguna de ambas sale gratis y menos ahora.