Nunca me han llamado bruja, mucho menos como insulto. No soy una jovencita, pero ese sustantivo, utilizado como ha sucedido en el Congreso de los Diputados, parece sacado de otra época, del Medievo, con la Inquisición y la persecución a determinadas mujeres. Pocas personas insultan a una mujer ahora llamándola bruja.

Pero independientemente de eso y, simple y llanamente, el Congreso no es lugar para insultar, ni los de un partido, ni los de otros. Los señores diputados se olvidan en muchas ocasiones de que han sido elegidos en representación del pueblo para defender sus derechos y buscar la mejora de sus condiciones de vida y nos deben un respeto, tanto a nosotros como a sus compañeros de tarea.

Pero las diferentes ideologías han convertido el hemiciclo más en un circo romano, con gladiadores dispuestos a matarse unos a otros, en el caso de aquellos porque no les quedaba más remedio, en el nuestro porque a los diputados se les ha olvidado que existe un bien común y todos deberían aunar voluntades cuando se trata de cuestiones de país.

Eso no significa que no puedan ni deban defender sus posturas de acuerdo a sus ideas porque el debate es sano y la lluvia de propuestas, necesaria. Pero el problema es que nadie piensa que el otro pueda tener una visión mejor que la suya y esto, llevado hasta el extremo, hace que unos y otros se pierdan el respeto y, lo que es peor, que se lo pierdan a los ciudadanos.

Que habrá y hay quien disfruta con los rifirrafes, las pataletas, los insultos, pero quiero creer que son los más los que quieren ver soluciones y no discusiones o peleas que ni los niños de Infantil. Así, no me extraña la vergüenza ciudadana hacia la clase política y el mayor desencanto diario con una profesión que se ve como el recurso de quienes quieren vivir sin dar palo al agua.

Y todo mientras se abren paso cada vez más los extremismos, de cualquier signo y, si se puede hacer en el Congreso, por qué no en las calles, por qué no gritar contra las personas que piensan distinto, contra los que tienen una orientación sexual distinta…

Todo está conectado, no lo duden. Volviendo al principio, los insultos no deberían consentirse en el Congreso porque los escaños los ocupan personas públicas que deberían dar ejemplo. Ojalá algún día estén a la altura de la mayoría de los ciudadanos.  

*Periodista