Elvis está vivo. Hay que estar muy desinformado para creer lo contrario. O ser un chisgarabís. Así dicho, a la pata la llana, y resumiendo mucho: Elvis está vivo. Aunque es una perogrullada conviene repetirlo. Y más en estos tiempos donde toda paparrucha tiene acomodo. Terraplanistas, negacionistas y, en la cúspide de todos los descreídos, los descreídos de Elvis. Porque Elvis está vivo. Y coleando. Elvis no es que sea; que por supuesto es. No es que viva; que también. Elvis está; que es más aún. De momento en carne mortal. O bien inmortal. En esto se divide la doctrina como suele ser habitual que suceda con toda doctrina. Yo más bien creo que inmortal, aunque no estoy seguro del todo. Más que nada porque el rey es la bóveda celestial del rocanrol… y siendo bóveda celestial se tiende a ser inmortal (digo yo). 

Según dicen Elvis murió por motivos fiscales (como la mayoría). Es un decir, porque tenía todos los papeles al día. En realidad, se murió no se sabe muy bien el porqué. Se murió de puertas para afuera, eso sí; porque sigue tan vivo como antes de morirse. Otros dicen que se murió por irse a navegar. Hay fotos donde se le ve con gorra de marinero… ¿y para qué iba a comprarse una gorra de marinero si no tenía previsto morirse (para ir a navegar)? Es una teoría como cualquier otra para explicar lo inexplicable: que se le parara el corazón. Y dado que todo tiene una explicación, incluso lo inexplicable, y la muerte de Elvis no la tiene, resulta meridiano concluir que la muerte de Elvis no existió, ergo, Elvis no se ha muerto. Son las inapelables leyes de la lógica. Es imposible. Razonamiento este último que debería bastar para hacer descabalgar de sus corceles a los incrédulos de su divina presencia. Sencillo de explicar y hasta de entender.

A veces me llama (iferncluso por teléfono). Está tranquilo. Cultiva tabaco perique en Nueva Orleans y come gumbo. Por lo demás está a sus avíos. Vive solo, si no consideramos la compañía que pudieran dar un rifle y una biblia. Nos hablamos, pero no nos vemos, por eso no sé si envejece o permanece en esa edad indefinida de los seres celestiales. Yo más bien me inclino por esto último, porque de voz está como el primer día. Hay noches en que me llama antes de irse a la cama. Lo hace desde el porche; lo sé porque cruje la mecedora. Le noto triste. Trato de animarle, pero sospecho que tiene sus motivos; no pregunto por prudencia. Me llama y me canta boleros de Machín con ecos del blues del delta. Hay noches en que se va de parranda con Professor Longhair (y otros que tal bailan), cenan salchichas de caimán en el Barrio Francés y, luego, en las calles, bailan Tipitina mientras en los pantanos aúllan zombis sin posibles. Y rondan muchachas; de su edad (o mayores), porque no envejecen. Y de vuelta a casa, si le tumban la nostalgia y el whisky blanco de Tennessee, canta “In the ghetto”. ¡Está hecho un chaval! Eso sí, todas las mañanas suelta amarras y se va a pescar allá donde muere el Misisipi. Gambas, por supuesto. Para el gumbo. Y desde allí, mecido por las olas, ve pasar la vida (ajena).

Elvis hoy cumple 87 años de rocanrol y sigue caminando. Llueve en Kentucky… Hoy le llamo yo, no creo que le moleste. No contesta, en el barco no siempre tiene cobertura. Quiero felicitarle, pero sobre todo agradecerle una vez más que no se canse de vivir (ni de cantar). Mi hija, a veces, no se cree que hable todas las noches con Elvis Presley. Y mira que se lo tengo dicho: Elvis vive (en nuestros corazones). ¡Larga vida al rey!

*Abogado