Menos mal que, a diferencia de otros países, los antivacunas no son un problema grave en España. Pero, ojo, que haberlos haylos, como las meigas, y cartas al director recibo de vez en cuando de algún ‘iluminado’ lleno de miedos y prejuicios que quieren alertar a la humanidad del mal que nos acecha. Hay por ahí personas que creen en confabulaciones increíbles tipo Miguel Bosé, y otras que, estando perfectamente cuerdos, se oponen a recibir dosis alguna porque saben más que la comunidad científica y consideran que es mejor la inmunización natural consistente en superar la enfermedad, sabedores, claro está, que el de enfrente está vacunado y ha generado un escudo natural que impide la transmisión. Es el recurso fácil, pensar en el «yo no me vacuno, pero tú sí a ver si me lo vas a pegar». Insolidaridad mayúscula o ironías de la vida al modo del negacionista.

"Ómicron ha demostrado que las vacunas, si no impiden el contagio, reducen mucho los síntomas"

Hay un hecho claro y objetivo y es que la irrupción de la variante ómicron ha marcado un punto de inflexión y ha hecho tambalear todo tipo de confabulaciones. Y es que se ha puesto de manifiesto que la administración de vacunas, si no impiden el contagio, reducen y mucho la gravedad de los síntomas. Con el número de positivos disparado que hemos tenido en las últimas semanas, es la única cuestión que explica que los ingresos hospitalarios o en las Ucis, así como los fallecimientos, no sigan el mismo patrón que en anteriores cepas. Todo lo contrario, hay una estrecha relación entre un menor impacto de esta sexta ola y la cobertura vacunal en nuestro país. 

"Están en su derecho de obrar como quieran pero deben saber que su decisión tiene consecuencias"

Es incontestable y la razón que justifica que, ante un virus en principio menos letal pero mucho más infeccioso, no estemos viviendo un auténtico drama con hospitales hasta arriba y tanatorios y cementerios llenos de muertos. Se ha colapsado la atención primaria, eso es verdad y así lo hemos contado en este periódico, los síntomas leves o la realización de test de antígenos por doquier han provocado esta situación, pero queda constatado que esta sexta ola no ha adquirido la dimensión de las anteriores ni el escenario dramático al que nos vimos abocados hace justo un año. 

Hay países que han aprobado la vacunación obligatoria. En el caso de Italia, por ejemplo, para los mayores de 50 años. No soy muy partidario de imposiciones que afecten a derechos o libertades, salvo aquellos trabajadores de la sanidad o la dependencia que puedan perjudicar a personas vulnerables o de riesgo. Sí veo bien, por el contrario, hacerles la vida imposible a los no vacunados; que sin este salvaconducto no sea posible acudir o estar en un recinto con más gente. Quizás sea la única manera de hacerlos entrar en razón, no tanto por velar por su salud como por la del resto, hacerles ver que están en su derecho de obrar como consideren pero que su decisión tiene consecuencias. El ejemplo de Australia en el caso de Novak Djokovic, retenido en un hotel de Melbourne al no estar vacunado, me parece digno de reconocimiento, empeñado como está el tenista serbio en darle alas al negacionismo. La frase de la ministra del interior australiana diciendo «Djokovic no está cautivo, puede irse del país cuando quiera» dice mucho de un gobierno que vela por salud de sus conciudadanos.

Pero lo mejor, como casi siempre, es que la desinformación se combata desde el periodismo, que las mentiras y las patrañas sean rebatidas y denunciadas con la verdad científica. Es una responsabilidad de esta profesión y consiste en no darle pábulo a quienes se cuelan por los resquicios de la democracia. Libertad toda, derechos todos, pero obligaciones en la misma proporción.