Opinión | Desde el norte

Soy mayor, pero no idiota

He llegado a sentirme humillado al pedir ayuda en un banco y que me hablaran como si fuera idiota por no saber completar una operación». La frase es de un hombre de 78 años que ha iniciado una petición en internet para que los bancos atiendan a los mayores sin trabas tecnológicas. En los últimos años, hemos asistido a un desmantelamiento de sucursales bancarias, que está afectando sobre todo a las zonas rurales y, por lo tanto, a sus vecinos, muchos mayores de 65 años.

Detrás de la llamada brecha digital lo que hay es un arrinconamiento de las personas de mayor edad. El covid, que tantas muertes ha provocado en este sector de población, ha generado a su vez sentimientos de pérdida de generaciones que han sufrido mucho, que dieron ejemplo y con una experiencia vital que habría que valorar más, no rechazar.

Pero la maquinaria digital avanza imparable y se está llevando por delante la humanidad y la empatía, sobre todo en las grandes empresas, en este caso de banca, pero también de telefonía, gas, luz o cualquier otro servicio con una todopoderosa firma al frente a la que no le importan un puñado de quejas porque sus beneficios son millonarios.

Así, las personas con nombre y apellido a las que conocíamos y preguntábamos por su familia en el banco han dado paso a las frías máquinas; las voces humanas que te contestaban al otro lado del teléfono han sido sustituidas por otras robóticas que te invitan a pulsar números y pocas veces o nunca solucionan nada, dejando al final un sentimiento de frustración e inutilidad.

Y no olvidemos que las máquinas son sustitutas de personas, con lo que además, se están cargando muchos puestos de trabajo. La tecnología tiene muchas cosas positivas, sobre todo en cuanto a comunicación con seres queridos y lo hemos podido comprobar también en la pandemia, pero no puede instalarse sin más, sin ofrecer formación o ayuda para saber manejarla. 

El trato humano debería ser siempre el último en desaparecer porque es cierto que muchos adultos, jóvenes, e incluso los niños de hoy en día, controlan más de tecnología que los que ya han llegado a la tercera edad, pero eso no significa que una población que se cuenta por millones, más aún al haber aumentado la esperanza de vida, deba ser como un correo que llevamos a la papelera. No son idiotas y no se lo merecen.

*Periodista