La elección del sucesor de Monago se complica. Primero porque el propio Monago no apoya a nadie, al menos públicamente y de momento; y segundo porque había un firme candidato que ya había mostrado su voluntad de liderar la formación, Fernando Pizarro, quien gobierna en Plasencia, de las pocas ciudades extremeñas en manos del PP, y ahora resulta que le sale una alternativa que al parecer cuenta con el respaldo de Madrid o, lo que es lo mismo, del propio Pablo Casado. Se trata de concejala cacereña María Guardiola, curiosamente aupada desde Badajoz, la cual se deja querer pero no confirma su candidatura hasta que se convoque el congreso. O vea el horizonte más definido. 

Oficialmente no hay nada, pero en el terreno de la especulación esto da para un culebrón de los gordos. Está claro que la indefinición trae consigo la intriga, sobre todo si como es el caso pasan demasiados meses sin convocarse el congreso y hay tiempo para especular. No en vano, no solo se está decidiendo quién va a mover los hilos del PP extremeño de los próximo cuatro años, sino quiénes van a acompañarle, el núcleo duro del partido; mucha tela que cortar y muchos puestos que repartir.  

Que Génova mete la mano en todos los procesos autonómicos es sabido, pero en este caso son las direcciones provinciales de Cáceres y Badajoz las que andan de acá para allá diciendo a quién ponemos y quiénes van detrás. Esperan que la militancia siga sus designios y que no se desate una guerra. Sin embargo, no parece que Extremadura vaya a vivir un congreso pacífico. Fernando Pizarro decidió esta semana salirse del guión y convocó a la prensa para decir que iba para adelante con su candidatura y que si había otro candidato, en este caso oficial e impulsado desde Madrid, que se sacaran las urnas y decidieran los afiliados. El alcalde placentino se erigía así en candidato de la militancia, situando al resto de opciones como satélites de Génova, una coyuntura que le beneficia frente al aparato pero que también lo deja fuera de toda la infraestructura del partido. No hay que olvidar que los votos son militantes, que no simpatizantes, los cuales por ejemplo deben estar al corriente de pago para poder ejercer su derecho al voto.

"Las guerras internas son muy sanas para la democracia, pero terribles para los partidos"

De una u otra manera, lo que parecía hace sólo cinco o seis meses un paseo triunfal del nuevo líder o lideresa del PP, una designación por aclamación, se va a convertir en unas primarias, con todo lo que ello lleva aparejado de pugna y división. Las guerras internas son muy sanas para la democracia, pero terribles para los partidos. Fundamentalmente porque, una vez firmada la paz, el nuevo líder tiene que limar asperezas y sembrar la concordia en el bando contrario antes que lanzarse a ganar unas elecciones. Todo ello sin olvidar que los tiempos en Extremadura son escasos, los comicios son en 15 meses y el PSOE tiene elegido candidato hace tres legislaturas. 

Tendrán que pasar las elecciones en Castilla y León del 13 de febrero para que Génova vuelva a poner el foco en Extremadura, pero no creo que el congreso regional extremeño tarde mucho más en convocarse. A primeros o mediados de marzo habrá cónclave y se elegirá presidente o presidenta popular extremeño. Todo sea que finalmente se alcance un acuerdo y haya un candidato de consenso. Ese es al menos el deseo de Génova: cuantas menos guerras haya en los territorios mejor, sobre todo si es contra el aparato. Lo que menos necesita Pablo Casado y Teodoro García Egea es una victoria de la militancia frente al partido, un espejo donde puede mirarse Isabel Díaz Ayuso y coger fuerza cara a sus intereses particulares. Mejor unidad y el lema de ‘todos a una’, que el patio puede revolverse en Mérida y acabar en terremoto en Madrid.