El Periódico Extremadura

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Ramón Gómez Pesado

Tribuna abierta

Ramón Gómez Pesado

«Ella es casi Dios»

Un chaval con sangre rumana que bombea con fuerza un corazón español

Debe de haber infinidad de maneras de definir a una madre, y todas ellas atiborradas de sentimientos de ternura, de admiración, de agradecimiento, de amor y cariño verdaderos. A nadie le faltan nunca las palabras para referirse a la madre, porque es la persona más necesaria, más entrañable y más especial del entorno de la familia.

Me comentaba el otro día un colega de un instituto que, acercándose la festividad en que celebramos el día del año dedicado especialmente a las madres, les pidió a sus alumnos que, si querían, podían definir en tres o cuatro palabras (porque eran veintiocho en clase) a sus madres. Hubo respuestas de todo tipo, desde «No sé qué haríamos en casa sin ella» de un chiquillo rubio con los ojos de color miel, hasta «Nos hace unas comidas maravillosas» que decía, como relamiéndose, un chavalote pecoso, que siempre se sentaba al final de la clase, pasando por una chica morena de hermosos y clarísimos ojos verdes que decía que «Era la persona que, con solo una mirada, sabía si era feliz o si algo le preocupaba». Y así fueron definiendo cada uno de sus alumnos a sus madres, como les había pedido su profesor.

Pero lo que dejó perplejo al maestro fue cuando le tocó a Alejandro, un chico espigado de mirada clara quien, al definir a su madre, se ajustó a la medida justa en palabras que mi amigo, el profesor, había exigido. Alejandro sólo necesitó cuatro palabras para definir a su madre. Se levantó sin titubeo alguno y, apoyado sobre su pupitre verde, dijo, en voz alta, refiriéndose a su madre: «Ella es casi Dios…»

Mientras algunos de los niños y niñas se tapaban con sus manos las mascarillas, que todavía cubrían parte de sus caras, y abrían los ojos sorprendidos, como si se tratara de una pequeña blasfemia lo que su compañero había dejado escapar de su boca enmascarada de azul, el profesor puso orden y pidió a su alumno que se explicara…

Hacía unos doce años, cuando Alejandro sólo tenía tres, su madre se vio obligada a abandonar su país, Rumanía, porque su hijo necesitaba urgentemente un trasplante de corazón. Era un caso de vida o muerte. No podían permanecer en su país porque allí no le ofrecían la solución que ellos, sin dilación alguna, necesitaban. 

Dejándolo todo en su país, reuniendo los pocos recursos económicos que pudo, sin ni siquiera echar una mirada atrás, Helena se vino con su hijo a España, confiando plenamente en que la solución para su hijo se encontraba en la medicina y los hospitales españoles, donde trabajan los mejores doctores, artífices en la difícil tarea de conseguir que un corazón pueda seguir latiendo en un cuerpo nuevo.

Sin conocer el idioma, se hizo asidua a los hospitales de Madrid. Escuchaba con atención lo que los médicos le explicaban y les pedía que se lo repitieran todo varias veces para poder entenderlos bien, incluso a través de dibujos de las intervenciones que le tenían que realizar a su hijo. Se aprendía los hospitales y los alrededores de la ciudad donde se ubicaban para poder recordar el nombre de las calles que necesitaba patear mil veces de arriba abajo, y recorría los pasillos del hospital una y otra vez donde, durante mucho tiempo, tenía que hospedarse su hijo Alejandro.

Durante todos estos últimos años, nunca ha tenido ni tiene pereza alguna para coger el coche, a horas intempestivas de la madrugada para recorrer la distancia que separa Cáceres de Madrid. Y, a pesar de estar siempre bajo la incertidumbre de los rechazos y de los efectos secundarios que tienen las medicinas que su hijo debe tomar, muestra siempre, tras el peso psicológico que soporta, la más clara y amplia de las sonrisas que le dan vida a su hijo.

Por eso, no es de extrañar, en absoluto, que cuando se le pregunta que defina a su madre, Alejandro, un chaval con sangre rumana que bombea con fuerza un corazón español, responda seguro, y profundamente convencido, que su madre es casi Dios.

*Ex director del IES Ágora de Cáceres

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