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Alberto Hernández Lopo

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Alberto Hernández Lopo

El asunto del péndulo

Cualquier ciclo, por alcista o expansivo que sea, llegará a su fin

Ayer leía en Twitter a alguien que, con bastante gracia, señalaba que “los economistas han predicho 5 de las últimas 153 recesiones”. Más allá de aquellos que hacen negocio del apocalipsis económico (con un par de conocidos superventas españoles entre ellos), es cierto que la economía se mueve por ciclos. Lo que conduce ala lógica de que cualquier ciclo, por alcista o expansivo que sea, llegará a su fin. Pareciera entonces que el trabajo de los economistas es escudriñar entre los indicadores adelantados aquellos que vaticinen ese punto de no retorno. Simple, ¿no?

Nada es nunca tan sencillo, menos en una disciplina (la economía) que responde a muchos factores interconectados y otros que, aparentemente, no lo están en absoluto. Sumendos variables más. Primero, aunque la economía se revista de modelos matemáticos quele acercan a disciplinas científicas, es una ciencia social. La dependencia del factor humano es altamente elevada. Segundo, ningún modelo puede responder ante eventos completamente inesperados, incluso si son (o parecen) previsibles. Son estos fenómenos que acertadamente Taleb denomina “cisnes negros”.

Por supuesto, había modelos que preveían la posibilidad de una pandemia. Incluso, se produjeron encuentros y congresos que teorizaban sobre causas, efectos y soluciones de la eclosión de una epidemia a nivel global. ¿Debieran habernos puestos en alerta? Si es así, la realidad se ha empeñado en desmentirlo: no hubo respuesta en los mercados con China confinando a su población ni hubo demasiados gobiernos que parecieran preparadoscuando el impacto era visible en el entorno. De nuevo, el factor humano en juego.

La disrupción social y económica que supuso la respuesta pública en la lucha contra el virus, los confinamientos, supuso todo un cambio vital. Afectó a la normalidad del mercado, impactó en la formad de trabajo y dejó efectos asimétricos en industrias (no ha sido igual para una empresa de transporte o turismo que para consultores o entornos digitales, por ejemplo). Esto aseguraba que el final de la pandemia dejaría nuevos y diferentes problemas. La bajada de ingresos para las empresas suponía igualmente un reto para las arcas públicas (que viven del sector privado). Todo ello se traduce en una heterogénea salida de la pandemia. Por empresas, por sectores, por países. Las tensiones políticas derivadas sólo podrían acentuar este escenario.

Entrábamos en la “era del desorden”, como contábamos hace algo más de un año: la amenaza de una recuperación no sólo desigual, irregular, sino imprevisible. Tiene lógica: hemos vivido un suceso inesperado, de los que pasan cada siglo. Sin embargo, se mantenía un optimismo en que los efectos sobre la economía fueran menores y transitorios. Aún hoy muchos niegan que estemos a las puertas de una recesión global.

¿A qué responde esa confianza? En realidad, es un optimismo “heredado”. Con el paréntesis de la grave crisis financiera de 2008-2011, la economía global había vivido casi treinta años de crecimiento. Por supuesto, había miniciclos negativos (crisis inmobiliaria de los 90, estallido de los puntocom en los albores del nuevo siglo), pero, espoleados por la creciente globalización y el crecimiento exponencial de China, nos habíamos acostumbrado a la estabilidad financiera.

A pesar del final de la gran crisis, los bancos centrales, temerosos de una nueva recesión, siguieron con el balón de oxígeno del ‘dinero barato’

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A pesar del final de la gran crisis, los bancos centrales, temerosos de una nueva recesión, siguieron con el balón de oxígeno del “dinero barato”. Justo cuando se empezaba a pensar en una retirada gradual llegó la pandemia. Y la solución pasó por redoblar la apuesta. Un exceso de complacencia de los banqueros centrales: más dinero significaba que la inflación llegaría en cuanto se normalizaran las condiciones de vida. Sin hablar, claro, el menosprecioal efecto de los cortes logísticos, causados a su vez por las propias medidas sanitarias contra la pandemia.

El péndulo describe el movimiento contrario: hemos pasado de una actitud por parte de inversores y bancos de “toma el dinero y corre” a un cada vez mayor escrutinio del riesgo. El horizonte es propio de una recesión: inflación aún no controlada (no podemos hablar ya de eventualidad), caídas en las bolsas y en los índices de confianza industriales y de consumo. Las subidas de tipo de interés sino se han producido ya (Estados Unidos), están anunciadas (Europa).

El sector privado se prepara para el cambio de signo. Por eso es aún más llamativo que los gobiernos sigan hablando de mejoras de las condiciones económicas y gastando con esas previsiones, de por sí infladas, como base presupuestaria. El péndulo estará lejos cuando se den cuenta.

*Abogado, experto en finanzas

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