El Periódico Extremadura

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Ramón Gómez Pesado

Tribuna abierta

Ramón Gómez Pesado

Multas en la mar

La desmedida ambición recaudadora del legislador hace que se olvide de cuál va a ser la manera más eficaz de vigilar el cumplimiento de la nueva norma

Los mayores gallegos de Vigo aparecían preocupados, el otro día, en un programa de televisión de una cadena privada. Parece ser que, en las ordenanzas municipales, se incluía una nueva normativa de obligado cumplimiento, acompañada de una buena multa si no se respetaba la nueva norma. Le podían caer 750 euros de penalización si a alguien se le ocurría orinar en el mar.

Se quejaban los pensionistas de que 750 euros de multa suponían un buen pellizco para unas pensiones que no les daban para muchas alegrías, que digamos. También manifestaban, en sus quejas, que, a cierta edad, no es tan fácil controlar los esfínteres de la micción, sobre todo cuando te adentras en las aguas, más que frías, de los mares gallegos.

Alguna señora apuntaba que, entre los 70 y los 80 de edad, una simple carcajada de un buen chiste puede hacer que se te escape fácilmente un poco de pis. Imagínese, decía, cuando el meneo de las olas del mar comienza a alcanzar ciertas partes del cuerpo que aquí me ahorro decir. Acabas por dar rienda suelta a tus necesidades más primitivas experimentando un gran alivio incontenible del que difícilmente puedes escapar.

En la prensa internacional se hicieron eco, también, de tan curiosa noticia. Los responsables de las playas portuguesas comenzaron a frotarse las manos al pensar en una fuente de ingresos fácil si ellos pusieran en práctica esta misma medida viguesa. También los franceses se enteraron del asunto, pero ellos se tomaron a mofa y befa esta multa por hacerse pis en el agua marina. Los políticos de Londres de Downing Street, número 10, aunque sí han leído la noticia de la nueva multa, no quieren saber nada ni de beber ni de mear. De las últimas pintas engullidas en despachos oficiales en tiempos de pandemia y de posibles multas y cosas más graves que les han sobrevenido por ello, tienen bastante y no necesitan nada más.

Así que por ahora y si no se adhiere nadie más a la causa de la ‘pipimulta’ serán los gallegos del litoral vigués los que han tenido que enfrentarse este verano a este nuevo impuesto que les ha intentado rebanar sus pensiones y les han hecho, sin duda, un poco más largos los meses del verano.

El problema es que, a veces, la desmedida ambición recaudadora del legislador, hace que se olvide de cuál va a ser la manera más eficaz de vigilar en las playas el cumplimiento de la nueva prohibición que aparece en la normativa municipal. ¿De qué manera puede, el que tiene la responsabilidad de multar en pleno mar, demostrar que el posible infractor o infractora de la ley se está meando las patas abajo en la inmensidad de todo un océano?

Al hilo de todo esto, el señor alcalde de Vigo, don Abel Caballero, comentó en la radio hace unos días que efectivamente no han puesto ninguna multa por ninguna infracción en este asunto, pero que aparece la prohibición en las ordenanzas municipales para que la gente sea consciente de que las aguas menores no deben desembocar en la mar de manera directa. Y creo que el alcalde hace bien para que ello sirva de manera disuasoria y algunos no den rienda suelta a ciertas necesidades fisiológicas donde todos comparten su baño. Mientras tanto, en las playas gallegas, no faltarán quienes, con el agua a medio cuerpo y mirando distraídos hacia la línea del horizonte, donde el cielo se confunde con el mar, admiren aliviados cómo el sol se esconde cerca de la zona por donde, hace sólo unos siglos, los romanos creían que se acababa la tierra.

*Exdirector del IES Ágora

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