El Periódico Extremadura

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Fernando Valbuena

A la intemperie

Fernando Valbuena

Donde digo digo

La política, en ocasiones, por las obras de algunos, se nos muestra despreciable

Pleno de la Asamblea el pasado jueves. ASAMBLEAEX.ES

Digo Diego. Veinticuatro horas bastan. Y aún sobran. La política, en ocasiones, por las obras de algunos, se nos muestra despreciable. Y peligrosa, porque juega a los dados con lo nuestro. Con nuestros cuartos y con lo que no son cuartos.

En veinticuatro horas hemos pasado de renegar de las rebajas fiscales a presumir de ellas. Hemos, no. Porque este desaguisado moral tiene nombre y apellidos. Y rúbrica. Todo al dictado de la conveniencia. O, mejor dicho, al dictado del amo. Al menos así ha ocurrido en Extremadura. Porque ni siquiera han tenido el valor de hacerlo a la valenciana, al grito de sálvese quien pueda. Lo han hecho al toque de corneta del amo monclovita. Donde digo digo, digo Diego. Sin rubor. Extremadura, como siempre, a lo que el señorito tenga a bien mandar. Y por muchos años. Como cuando suena el timbre en las cocinas de palacio: ¿tomará té o café el señorito?

Ahora en Moncloa cambian el paso. El pánico a una severa derrota electoral ha desatado todas las demagogias posibles. Anuncios huecos para públicos infantiloides. Una bajada «selectiva» de impuestos que, de tan selectiva, resulta ser una subida generalizada. Y todo eso, bajo la oscura tapadera del odio a los ricos. Ya saben, para los socialistas todos iguales, pero iguales en la miseria; a ver si desaparecen los ricos y la riqueza, a ver si se multiplican los pobres y la pobreza (todo sea por ganar unas elecciones tras otras).

Una reforma fiscal que tiende a lo confiscatorio, a doblar un impuesto, como es el de patrimonio, que grava lo que ya ha sido gravado. Un impuesto desconocido en los países de nuestro entorno y que en España va a cobrarse ahora no una, sino dos veces. Un impuesto, por cierto, que eliminó un gobierno socialista en 2008. Lo dicho, según les sople el viento.

Una reforma fiscal, además, en fraude de ley; porque resulta meridiano que, tras ella, tras la duplicación del impuesto sobre el patrimonio, se esconde la voluntad de vaciar de competencias a las autonomías aún con violencia jurídica. O sea, ilegalmente. Autonomías que ahora se tienen que enfrentar a la enésima truculencia de un gobierno en descomposición.

Volviendo al cortijo extremeño: calderilla y pánico. Una rebaja de tasas, que no de impuestos, ridícula. Tan ridícula como su parto. Todo para poder envolverse hoy en la bandera que ayer escupían. Veinticuatro horas para cambiar de careta. Donde digo digo, digo Diego. Calderilla y pánico. Pánico a perder las próximas elecciones autonómicas y municipales. Pánico a perder el empleo. La silla. En su caso, el sillón. El coche oficial. Y el chute del poder.

Hay quien en veinticuatro horas ha pasado de renegar de las rebajas fiscales a presumir de ellas

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Ésta es la política de partido que nos ha tocado en suerte. Un teatrillo que en tan solo veinticuatro horas puede convertirse en esperpento. Dicen que la política es el arte de lo posible. Ayer «refinería sí», hoy «economía verde y circular»; ayer «no a la mina», hoy «sí a la mina»; ayer «no a bajar los impuestos», hoy «la mayor bajada de tasas de la historia». El uso del sistema fiscal con fines electorales es siempre reprochable, pero lo es más aún cuando la deuda acumulada por el Estado pesa ya como una condena sobre nuestros hijos y sobre nuestros nietos. El afán por conservar el sillón no lo justifica todo, y, menos, cuando tu tiempo ha pasado.

¿En manos de quién estamos? Eso ya lo sabemos. Ahora lo que está por decidir es en manos de quién estaremos en unos meses. Ese día, el día que les toque votar, recuerden que los malos usan caretas.

*Abogado

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