El Periódico Extremadura

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Mario Martín Gijón

Espectráculo

Mario Martín Gijón

Ensalada de Meloni

Al final no hubo sorpresa y en las elecciones italianas se impuso la coalición de derechas

Al final no hubo sorpresa y en las elecciones italianas se impuso la coalición de derechas encabezada por la ultraderechista Giorgia Meloni, líder de los Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia). Su partido obtuvo más de un cuarto de los votos (26 %), muy por delante de Salvini, que hace tres años era vicepresidente y ministro del Interior y amenazaba con tomar el timón del país, y del incombustible Berlusconi, ahora entusiasta de tiktok, y que fue presidente del gobierno hasta en tres ocasiones. Ambos se quedaron en sendos 8 %, un tercio de lo que obtuvo Meloni. 

Esta se vio beneficiada por dos claras ventajas: la primera, haberse mantenido al margen del gobierno en estos años tan complicados (primero la pandemia, luego las desastrosas consecuencias económicas de la guerra en Ucrania), criticando desde fuera y diciendo que lo haría mejor; la segunda, que consiguió formar un amplio frente derechista, rebajando a dos antiguos condottieri al rango de escuderos, mientras que la izquierda no pudo llegar a un acuerdo, y acudió dividida, con Enrico Letta, el veterano líder del Partido Democrático de un lado, y por el otro, el imprevisible Movimiento Cinco Estrellas con Giuseppe Conte como candidato, división que desmotivó a los electores de izquierda, provocando una abstención record.

Da un poco de mal rollo recordar que hace ahora cien años, en octubre de 1922, Benito Mussolini realizó su famosa “marcha sobre Roma”, llegando a la capital arropado por sus camisas negras, y forzando a Víctor Manuel III, último rey de Italia, a nombrarlo primer ministro. Al fin y al cabo, Meloni es pura derecha neofascista, descendiendo de esa ultraderecha nostálgica de Mussolini que ha ido cambiándose de nombre, desde el Movimiento Social Italiano, pasando por la Alianza Nacional de Gianfranco Fini, hasta los Hermanos de Italia, cuyo nombre a mí me recuerda el de los Hermanos Musulmanes de Egipto, aunque este paralelismo supongo que gustaría poco a Meloni, ferozmente islamófoba, pero que en realidad se nutre de un mismo populismo simplificador que pretende unir en un orgullo de rebaño a quienes no tienen otra cosa.

En su definición de fascismo, incluida en su espléndido Abecedario de Martin-Bâton, Albert Caraco decía que este movimiento “prometió todo a todo el mundo: a los ricos más autoridad, a los pobres más igualdad, el mantenimiento de las tradiciones a los padres de familia y a las gentes de Iglesia, y la garantía de una revolución a la juventud”. Al final, el fascismo “miente como respira”, pero tiene una marca muy reconocible, que es que “odia la inteligencia y es en lo que podemos reconocerlo”. Ese antiintelectualismo puede disfrazarse de rechazo a unas élites muy malas que gobiernan al pueblo, y que es mejor sustituirlas por una persona que se comporta, aunque sea de cara a la galería, como la “gente común”. 

Pero catalogar algo de fascismo dice poco a la mayoría de la gente y desde luego no mete miedo a nadie, de ahí la campaña errónea de Letta. Ya Díaz Ayuso dijo que si te catalogaban de fascista, es que estabas en el lado correcto de la historia, y se ve que ella está tomando nota, no vaya a ser que le toque ser la Meloni española un día. Es cierto que un gobierno de ultraderecha en Italia da menos miedo que en Alemania, pues ya se sabe que los italianos “van a la guerra como al fútbol, y al fútbol como la guerra”. Ya se vio en 1937, cuando los republicanos españoles les dieron una paliza a las tropas italianas fascistas en Guadalajara. Pero Italia, que parece pintar poco internacionalmente, suele serpionera en los cambios de sensibilidad, y el triunfo, en esta época de feminismo simplificador, de una mujer que defiende los valores más rancios, habría de llevar a algunos/as a replantearse sus dogmas.

*Escritor

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