Opinión | La columna

Isabel del alma mía

El móvil perfecto para Mario para imitar, despechado, a Shakira con Piqué

Cuando salió a la luz en las revistas del corazón y de las farándulas y en las redes sociales, unos siete u ocho años ha, el enamoramiento «pichulero» del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa con la reina de corazones Isabel Preysler, no sé por qué, pero enseguida imaginé el título de una nueva novela de éxito del escritor con el título de ‘Isabel del alma mía’, que pronto aparecería en las librerías más importantes del mundo entero, como aquella Inés, de Allende.

Y, aunque no era el primer Nobel de Literatura que abandona a la mujer con la que ha formado una familia de no pocos años, después de haber estado junto a él acompañándole y ejerciendo de compañera, madre, consejera y secretaria, pensé que este enamoramiento repentino había sido el efecto de una diana certera que el travieso Cupido había logrado con una de sus flechas del amor y que, como tal, duraría en el tiempo.

Sin embargo, lo que parecía una inocentada, porque se dio a conocer por el día 28 de diciembre pasado, no lo era, y esta nueva e increíble historia de amor había llegado a su término. Se les había roto el amor, no sé si de usarlo tanto o tan poco, pero aquello había tocado a su fin. Enseguida la reina del corazón se apresuró a comunicar su ruptura en redes y revistas rosas. Las primeras razones que se aportaban para tan famosa ruptura eran los celos de Mario, a lo que inmediatamente contestó el Nobel que la verdadera razón de su desenamoramiento era que, en su relación con Isabel, había hecho más caso a la pichula que al corazón.

Es habitual, al parecer, a pesar de haber superado la ochentena, que algunos Premios Nobel sigan manteniendo una relación más que activa con sus pichulas. Muchos de los que se consideran normales, apenas se adentran en la cuarentena y se dirigen aprisa a la cincuentena, dejan de hablarse con ellas. Por eso resulta no menos que asombroso que la razón a la que alude el gran nobel peruano, ya en la ochentena, de su ruptura con la bella filipina, sea que él hizo caso a la suya en su enamoramiento más que a su propio corazón.

Es cierto que nuestro último Nobel de literatura español, también de enamoramientos tardíos y, a pesar de su avanzada edad, al ver que seguía tan locuaz la suya, incluso se atrevió a donarla en su testamento, antes de dejarnos, para que mientras él descansara, la suya no encontrara descanso. No obstante, pienso que todas estas alusiones de los premios nobeles maduros a este tipo de órganos viriles, obedecen más a su gran capacidad de ingenio y creatividad de las que son dotados que a la propia realidad, por lo que me atrevo a asegurar que la verdadera razón por la que Mario rompe con Isabel no son los celos del escritor sino a la falta de estar acostumbrado a los flashes continuos de las cámaras de los medios, que van tras los «famosos» como si de finísimos sabuesos se tratara persiguiendo incansables a su presa.

El interés inmediato del público en general por el «famoseo» no tiene medida y arremete contra todo, con tal de estar al lado del cantante, o deportista, o actor, o actriz que está de moda. No atraen a la plebe de igual manera, un gran médico, o científico, o escritor, o médica, científica o escritora, a pesar de que sus obras o descubrimientos sean de gran relevancia e importancia para la humanidad. Los primeros abarrotan grandes estadios, mientras que los segundos se las ven y se las desean para llenar una exigua casa de cultura.

Ahora dicen que, parece ser que Isabel, tiene ya una nueva ilusión. Se trataría de un joven empresario setentón. El móvil perfecto para Mario para imitar, despechado, a Shakira con Piqué, si no con una canción, sí con una novela cuya historia del mundo rosa, aderezada con los ingredientes literarios de un brillantísimo escritor, conformaría los mimbres perfectos para un próximo, infalible e interesantísimo best-seller mundial.

*Ex director del IES Ágora de Cáceres

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