Opinión | Tribuna abierta

Generación Z y panicofilia

El miedo social forma parte de su día a día de esta nueva generación de jóvenes

Generación Z y panicofilia.

Generación Z y panicofilia. / El Periódico

Hace unos días reiniciamos las clases universitarias del curso académico 2022/23, y debido a mi curiosidad sociológica quise conocer al nuevo alumnado. De manera que les propuse unos diálogos abiertos sobre la panicofilia, que aproveché para explicarles el significado de tal neologismo. Entendieron perfectamente las condiciones de vida durante este momento socio-histórico caracterizado por las multicrisis, es decir, por la coyuntura de crisis continuas y prolongadas desde el inicio de este siglo.   

Mis estudiantes de Sociología de Familia y Género tienen entre 18 y 24 años, siendo adscritos a la cohorte demográfica posmilénica o generación Z. Esta generación se ha enfrentado a los embates de crisis económicas en España y Europa, origen de brechas de desigualdad y exclusión social, además de una disminución progresiva de la clase media. Se trata de una generación que ha experimentado las consecuencias de estas crisis consecutivas desde 2008 en familias estresadas, de las que dependen materialmente a tenor de las recientes circunstancias pandémicas. Ellas y ellos manifiestan que han sabido adaptarse a estos tiempos convulsos e inéditos, desde la infancia hasta la actualidad. Progenitores en situación de desempleo, abuelos que no pudieron continuar institucionalizados en residencias, hermanos mayores que regresaron al hogar, relaciones familiares deterioradas por conflictos…, en definitiva, se han habituado a unos efectos directos y colaterales no deseados en los últimos años.

Cuando les preguntaba sobre sus vivencias durante los tres años de pandemia por el Covid, reconocen sentirse adaptados de forma resiliente a este nuevo contexto socio-familiar, en el que terminaron la educación postobligatoria para acceder a la enseñanza superior, como logro académico aplaudido por familiares adultos. Ahora, están en el primer curso del Grado de Educación Infantil y de Primaria, formándose para fortalecer su supuesta vocación docente, dado que algunos cursan por no haber obtenido plaza en otras carreras universitarias. De cualquier modo, observo en las primeras semanas la inclinación natural para dedicarse a la actividad profesional de enseñar con ilusión, compromiso y confianza en el poder de la educación para transformar la vida de las personas en una sociedad mejorable en igualdad, inclusión y justicia social.

En estos diálogos he percibido palabras y gestos de cierto pesimismo, que no conformismo para afrontar esta realidad compleja, debido a la falta de esperanza en un horizonte próximo que les permita trabajar como docentes. Hubo un estudiante que dijo sarcásticamente: estudiar en la universidad retrasa mi llegada como infratrabajador a una archiconocida hamburguesería norteamericana. Ciertamente, no le faltaría razón a tenor de los hechos contrastados con sus amistades, pero también charlamos sobre la mejora de la empleabilidad y la búsqueda de empleo de calidad más rápida que entre los jóvenes sin titulación académica en una sociedad meritocrática.

Valoran altamente la institución familiar por sus valores de afecto y protección frente a tantas crisis padecidas en las últimas dos décadas, llegando a reconocer que sus familiares adultos les han ido maquillando las consecuencias de tal coyuntura crítica. Hasta que un buen día descubren las dificultades que afectan al bienestar familiar, siendo entonces conscientes de las vulnerabilidades domésticas. Incluso, comentaron las diferencias de vivir las crisis en el medio urbano y rural, destacando las facilidades en este último por las prácticas de solidaridad vecinal e intergeneracional en los pueblos extremeños. Este hecho social evidencia la importancia de las redes de proximidad entre personas para superar las adversidades, que resultan casi inexistentes en grandes ciudades. Aunque Extremadura sea una comunidad con peores indicadores económicos, nuestra calidad de vida medida en términos de satisfacción con la vida, seguridad en el entorno, integración social, disfrute ambiental, etc., resultan posicionarnos en los primeros puestos de los rankings sobre felicidad ciudadana.

El suicidio se trata de un problema social alarmante por los datos que indican que sea la primera causa de muerte no natural entre las personas adolescentes y jóvenes en España

Una cuestión preocupante que surgió durante los diálogos fueron las formas de gestionar emocionalmente las crisis sistémicas, reconociendo que la salud mental podría estar siendo afectada, y llegando a reconocer la ideación suicida entre sus amistades. El suicidio se trata de un problema social alarmante por los datos que indican que sea la primera causa de muerte no natural entre las personas adolescentes y jóvenes en España, influido por determinados mensajes que incitan al ejercicio de conductas autolíticas a través de Internet. La actual crisis sanitaria y las restricciones impuestas por las autoridades para combatir el Covid-19 han generado más distanciamiento y aislamiento social entre iguales, incluso de cierta castración sexual en edades favorables para los primeros contactos íntimos.

Para concluir este breve diagnóstico sobre la realidad extremeña de esta generación Z en tiempos de panicofilia, indicar que el miedo social forma parte de su día a día, reconociendo el aumento de la desconfianza hacia los otros con tantos mensajes de odio en las redes sociales, especialmente entre algunos dirigentes de formaciones políticas extremistas. Consideran que hay menos cohesión social en nuestro país, dado que hemos perdido la capacidad de protesta como ciudadanía ante determinadas políticas erradas. Precisan certezas ante tanta incertidumbre vital, es la ayuda que solicitan a los poderes públicos en España. Por cierto, nuestros políticos tendrán la oportunidad de transformar estas realidades sociales en sus manos y cabezas, en breve.

*Sociólogo y ensayista

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