Opinión | Encerado y Clarión

Política o políticos tabernarios

Patxi López en el Congreso

Patxi López en el Congreso

Aunque ya se veía venir, no, no me refiero a la inauguración del bar de Pablo Iglesias, me estoy refiriendo a las formas y maneras que aunque no lo crean, no sólo definen a nuestros políticos, también a la sociedad que los ha elegido, y lo peor no son ya aquellos o aquellas que hacen del insulto, la injuria o el sarcasmo su manera de ejercer la política, el problema mayor es cuando se utiliza la política para ello.

Enfrascados en el tú más, pueril y sin sentido, la escalada de crispación sí que se traslada a la calle y a la ciudadanía, pues lejos de ser hechos anecdóticos, suelen ser últimamente la norma, o al menos la norma que inunda las redes sociales y demás medios de comunicación, sabedores que lo que vende hoy día es la carnaza y quién o qué la lía más gorda.

A tales niveles hemos llegado que ya no sólo la batalla política, porque lo que se dice juego, hace tiempo dejó de serlo, se limita a los políticos, ahora se extiende a familiares, amigos, parejas, esposas, novios, hasta vecinos de puerta con puerta

A tales niveles hemos llegado que ya no sólo la batalla política, porque lo que se dice juego, hace tiempo dejó de serlo, se limita a los políticos, ahora se extiende a familiares, amigos, parejas, esposas, novios, hasta vecinos de puerta con puerta. Créanme, si hasta hace poco se planteaba un contrato específico para el ‘sí es sí’, les aconsejo que si se dedica a la política, añada a su relación, ya de sea del tipo que sea, afectiva, familiar o de cercanía, actividad empresarial, la última declaración de hacienda, bienes inmuebles, saldo en cuenta, antecedentes penales y pequeña biografía y/o diario personal. Todo por escrito o bajo declaración jurada. Repita eso cada seis meses, y evitará el escarnio público, aunque ni usted ni allegado o allegada hayan realizado acción punible.

Por supuesto no son todos ni todas, ni de uno ni de otro bando. Como suele pasar son una minoría, que por desgracia amenaza con extenderse, pero que hacen mucho ruido y ensombrecen el saber estar de grandes políticos y políticas de uno y de otro bando, que haberlos ahílos.

No era mi intención hablar de política esta semana, prefería la educación, bueno, también el de hoy lo es, pero me refería a la educación con mayúscula, aunque un comentario realizado en un medio de comunicación me hizo cambiar de opinión por el terror que debiera infundirnos sus palabras. El tertuliano se preguntaba concretamente si este estilo basado en el acoceamiento, la afrenta, el ataque, escarnio, invectiva, befa, denigración, descalificación, difamación, o ultraje, es la nueva política y ha venido para quedarse. Además y recordando a Paul Valéry: «En toda discusión, no es una tesis la que se defiende sino a uno mismo».

Sinceramente espero que no, por la sencilla razón que corremos el riesgo que dichas formas y maneras se instalen en nuestra manera de proceder diaria, no ya la de ellos y ellas, que al fin y al cabo desconocemos si en sus vidas privadas o lejos de las cámaras o el hemiciclo, pudieran ser hasta amigos y amigas, incluso caerse bien.

Señores y señoras, háganse un favor y hágannos un favor, si no es por ustedes por los ciudadanos que representan y a los que dan ejemplo, persigan la corrupción, malversación y todo lo que quieran y quien la haga que la pague, bueno, mejor dejo la amnistía a un lado para no caer precisamente en lo que estoy denunciando, pero recuerden, como dijo Diógenes, que «El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe».

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