Opinión | Encerado y clarión

A vueltas con la postverdad

Pareciera que la verdad ya no importase, incluso sin producirse, preferimos crearnos nuestra propia verdad

Sánchez, en su comparecencia del pasado lunes.

Sánchez, en su comparecencia del pasado lunes. / EL PERIÓDICO

Hace ya tres años, no hace cinco días, en este mismo medio, mostraba mi preocupación sobre la generalización del deterioro de la verdad con el fin de manipular creencias y emociones e influir en la opinión pública y en actitudes sociales, que no es ni más menos que la definición que otorga la RAE al término posverdad. 

Hace apenas unos días, también en este mismo medio, se alertaba, esta vez en palabra de un profesional, del uso o de instalación en la vida política de la no verdad alertando de la fractura social que pueda generarse. Lejos de entrar en valoraciones a favor o en contra, del descanso autoinfringido por Pedro Sánchez, pues todos tendremos ya nuestra verdad, posverdad y/o anteverdad, incluso de la decisión tomada, que a algunos gustará más y a otros menos, lo único cierto o veraz es la exacerbación y enfrentamiento que se está trasladando a la ciudadanía desde hace ya un tiempo y que por propia inercia empieza a necesitar cada vez mayor cantidad de adrenalina para mantener el estatus creado.

Pareciera que la verdad ya no importase, incluso sin producirse, preferimos crearnos nuestra propia verdad, interpretación, creencias o sentimientos o en todo caso convencer de ella. Como me referí en su día, Noam Chomsky afirmaba que, en nuestra sociedad, los hechos ya no importan, que “la gente ya no cree en los hechos”, la verdad ha dejado de existir, sólo importa la interpretación que de ellos se haga, la posverdad.

Por desgracia cada vez son más los que dan por sentado que el trabajo de nuestros políticos es la mentira, la manipulación con fin electoralista, la perpetuación en el poder o escaño y una larga lista de bondades. Esa sensación o sentimientos no han caído del cielo o venido por ciencia infusa, han sido ellos mismos los que han generado ese sentimiento en la ciudadanía y seguramente por el abuso de esa posverdad manipuladora que para unos es delito y para otros falsedades, que para otros es falsedades y para unos delitos dependiendo de la bancada desde donde se mire. 

No señores políticos, es vuestra endofagia política y afán de destrucción del contrario lo que está enfrentando a una ciudadanía que lejos de tener que preocuparse de vuestros enfrentamientos, siglas, grupos políticos sillones o poltronas, debiera preocuparse de que le garanticéis su estado del bienestar, acceso a una vivienda digna, a un trabajo digno, a un salario digno, seguridad ciudadana o simplemente a no temer la subida de los precios de los alimentos.

Dice Daniel Redoli, sociólogo, en referencia a la posverdad que «más que adaptarnos a la realidad, adaptamos la realidad a nuestras creencias. Para ello podemos llegar a rechazar los hechos y los datos, lo llamamos disonancia cognitiva», y es por eso mismo, porque la posverdad pareciera ser la única política válida, ahora más que nunca debemos exigir la separación de poderes, incluido el cuarto, el trabajo de nuestros jueces y hacer valer nuestra democracia, pero sobre todo que desde la política y los políticos vuelvan a hacernos creer en ellos mismos, y no a ser la carne de cañón de una guerra alejada de la propia que no es más que poder vivir y vivir en paz.

Maestro

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