Pablo Vicente lleva 17 años siendo la cara visible de Cáritas Interparroquial y, como consecuencia, del Hogar de Nazaret de Plasencia. Con 73 años, ha decidido dar un paso a un lado, porque «no voy a ser un jarrón chino, pero, si mi presencia es necesaria, allí voy a estar» y ceder el testigo a Isabel Ojalvo. El obispo José Luis Retana ha ratificado el cambio este octubre.

«La responsabilidad me empezaba a agobiar», señala como justificación de su marcha. Pero además, afirma que el covid le ha afectado «muchísimo, me da miedo y me van fallando las fuerzas, sobre todo mentalmente». Así lo transmitió y por eso se abrió un proceso para buscar sustituto.

Pero han sido muchos años de trabajo y por eso reconoce que le da «mucha pena». Aunque a la vez está muy agradecido. «No tengo más remedio que dar las gracias a Dios por haberme permitido intentar poner un grano de arena en que una obra de Dios haya podido desarrollarse en Plasencia».

Vicente destaca precisamente que la filosofía del hogar, cuando Cáritas Interparroquial se planteó abrir un centro en el año 1980, fue «poner un grano de arena para paliar un problema. Se intenta ser el hogar donde más a gusto esté la persona, que sea su casa. El cariz humano es el que caracteriza a Cáritas», destaca. También el ideario cristiano, que «no tiene por qué tener el residente», matiza.

Más de 300 personas han pasado por el hogar

Y así, más de 300 personas han pasado por el hogar de Nazaret, desde las cinco que comenzaron en 1984, hasta las 35 que había en el centro de la calle Trujillo en el 2014 cuando se inauguró la primera fase en Donantes de Sangre, ampliando las plazas a 50.

Vicente formó parte del equipo al que Cáritas encargó la gestión de la construcción del nuevo edificio, entonces con Isabel Díaz al frente. Ha sido testigo de su ampliación definitiva, hasta 82 plazas y de la apertura del centro de día, con una quincena.

También ha sufrido con la lista de espera, que ha llegado a ser de 200 personas, pero «no hay espacio físico» para más habitaciones.

Confiesa que el covid ha afectado mucho al centro, tanto por las víctimas, como a nivel económico, pero también ha puesto de manifiesto «el trabajo en equipo y la dedicación» de sus 50 trabajadores, con Puerto González al frente de la gerencia y de sus voluntarios.

El centro de día cerró y abrirá «cuando mejore la situación» y su sucesora y el resto del equipo seguirán haciendo malabares para conjugar las necesidades de los solicitantes con las del hogar.

Vicente se despide con un ruego: «Hay que cuidar a la institución, que no tiene subvención pública más que del ayuntamiento» y el 80% lo aportan los residentes. De las mujeres ahora al mando del hogar, no duda de que «son mucho más capaces que yo».