Contra de sexta

El mejor amigo

Rosa María Garzón Íñigo

Dicen que es el perro, pero, a pesar de que me encantan y los he tenido y tendría, si las condiciones y circunstancias fueran las adecuadas para él y, por supuesto sin desmerecerlo, creo que ese primer puesto debería de ser compartido con el libro. Algo capaz de darte todo sin pedir nada a cambio, con la humildad y paciencia infinitas de quien se sabe único y no espera nada.

Tacharlo de inane no puede ser más que el fruto de la omnipotencia humana y su reduccionista y limitada perspectiva, al catalogarlo como un mero objeto, pues nuestra existencia no se habría desarrollado del todo sin este medio de comunicación, cuyo origen fue posible gracias a la naturaleza y su inestimable ofrenda de múltiples posibilidades como medio donde dar sentido a nuestro alfabeto y su escritura para contar historias, otorgándole así, el poder de estar vivo y dar vida.

Consigue: evadirnos de la realidad o sumergirnos en ella de un plumazo; situarnos en escenarios donde jamás imaginaríamos estar; robarnos espontáneamente sonrisas y lágrimas en tan sólo una página; acompañar nuestra soledad ofreciéndonos consuelo en duros momentos; trasladarnos a remotos lugares y descubrir mundos fantásticos o conocidos; embarcarnos en viajes imposibles, incluyendo el mejor de todos: nosotros mismos, facilitándonos el conocimiento propio y ajeno y ayudándonos a aprender y entender mejor nuestra existencia.

Presentes y a nuestro alcance ya desde antes de nacer, cuando al leer, la vibración de la voz de una embarazada llega al feto para, después, reconocerla entre miles y, con tan sólo unos meses de vida, ayudarle a descubrir sonidos, texturas y algunos colores, como la ciencia ha podido comprobar y, en adelante… Siempre con y para nosotros en muchas vidas.

Quizás, el mayor instrumento de libertad creado por el ser humano, con la capacidad de emocionarnos hasta el punto de atravesar nuestra piel tras erizarla, llegar a las vísceras y acelerar nuestro corazón para ilusionarnos o decepcionarnos, pero jamás dejarnos indiferentes.

¿Se puede pedir más?