Procesionen o no, a muchos cacereños les embriaga una sensación especial en la jornada de Ramos. ‘La burrina’ que vieron de la mano de sus padres la ven ahora de la mano de sus hijos. El redoble de las campanas de Santiago a la salida de la cofradía del Nazareno, entre un revuelo de capas blancas y túnicas malvas, azuza cada año los recuerdos. Y los acordes del Humilladero con el Señor de las Penas por el casco viejo anuncia otra Semana Santa cacereña, otro sinfín cofrade, otra exuberancia de pasos, y ya van seis siglos... El Domingo de Ramos cumplió ayer con todas sus costumbres, y un sol espléndido realzó aún más la vistosidad de los pasos, cuidados al extremo por todos los camareros.

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En la Real y Fervorosa Hermandad de Nazarenos y Cofradía de los Ramos había ayer una tensa calma minutos antes del inicio de la procesión. La nueva directiva afrontaba su primera responsabilidad en firme: la salida de una de las composiciones de mayor calado popular, La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, más conocida como ‘La burrina’, paso diseñado por Jaime Martrús i Riera en 1946. Marchó acompañado de un largo cortejo de palmas (se agotaron), filas interminables de niños y numerosos hermanos de carga distribuidos en tres turnos. San Juan estaba lleno a las doce en punto.

«Es una sensación de nerviosismo y emoción, con esta procesión comienza la Semana Santa litúrgica», explicó el nuevo mayordomo, Luis Manuel Rodríguez Parra. La bendición de palmas se realizó en las puertas del templo y desde allí partió la procesión, que durante los últimos años había salido de ACISJF. Antonio Jiménez Grajera, jefe de paso asignado definitivamente a La Burrina (la nueva directiva ha decidido que los jefes dejen de rotar), pudo contar con tres turnos completos, y ello pese a que la ampliación de los varales permite meter 40 hermanos por relevo. «El paso engaña, tiene su peso», explicó mientras preparaba los turnos, «pero es una procesión especialmente alegre y entrañable», matizó.

El cortejo salió acompañado por la Banda Romana de los Ramos y la Agrupación Nuestra Señora de la Misericordia. La mano experta de José Manuel Martín Cisneros volvió a ornamentar el paso con centros de anturiums rojos, palmas, claveles y aspidistras, de una sencillez exquisita.

A media tarde hizo su primera salida (la segunda será en la Madrugada) la Pontificia y Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Misericordia, hermandad señera donde las haya, fundada en 1464. Eloy Remedios también se estrenaba como mayordomo, y junto a él su nueva directiva. «Nervios, alegría, ilusión... Tengo escritas unas palabras para los hermanos y casi no puedo leerlas»·, confesó emocionado. No era para menos. Santiago pone en la calle casi un millar de nazarenos cada atardecer del Domingo de Ramos, y la responsabilidad pesaba a medida que se acercaba la hora.

A las siete, el cortejo emprendió su marcha con profusión de ornamentos fruto de su larga tradición. La composición El Señor camino del Calvario abrió el cortejo con el ímpetu de los cofrades jóvenes divididos en dos turnos y dirigidos por Juan María Rufo, un veterano de Santiago. Detrás, los niños conducidos por los hermanos Castro, con el privilegio de cargar con una talla del siglo XVI, el Cristo de los Milagros, sobre un monte de claveles blancos. Escolta excepcional para el tercer paso, una de las imágenes más esplendorosas de la Pasión cacereña, Nuestra Señora de la Misericordia, bajo su palio de plata de doce varales y casi tres metros de altura, con largo manto de terciopelo y oro, ayer rodeada de rosas. La cotitular de la cofradía del Nazareno fue llevada a hombros por dos turnos completos de hermanos, en este caso adultos con entereza para procesionar dignamente un paso que a veces cuesta, pero que despierta honda devoción, y que David Remedios siempre dirige con mimo por el casco viejo. El Coro Rociero cantó a la Virgen en la Gran Vía.

Apenas media hora después inició su itinerario la cofradía del Amor con el Señor de las Penas, un ecce homo de cinco siglos, obra del escultor vallisoletano Pedro de la Cuadra, que representa a Jesús flagelado y befado por los sayones. Su ornamentación volvió a ser especial, obra de Julián Santos Galán, que se aplicó entre claveles, flores del paraíso, lirios y alelíes para realzar esta imagen muy querida por los hermanos del Amor, que volvieron a procesionar con su especial silencio y recogimiento.

El incienso y el fuego que acompañaban a la imagen dejaban en las calles el olor más característico de la Pasión, una sensación avivada por las marchas que interpretaron los 87 miembros de la Banda del Humilladero, muy sentidas, entre ellas La Pasión, Cristo del Amor o A tus brazos, madre.

Los cofrades infantiles tienen una importancia significativa en la hermandad de San José, que ayer les invitó de nuevo cargar con el paso Dolorosa Esperanza ante la caridad del Padre, este año ornamentada con bellas rosas de pitiminí y alelíes blancos. «Han ensayado mucho, ellos son el futuro», afirmó orgulloso el mayordomo, Ángel Manuel Rojo.