Los tambores y cornetas de la banda trujillana Jesús Nazareno anunciaban el comienzo de la procesión. Eran las ocho de la tarde cuando se abrían las puertas de Santa María para recibir con los brazos abiertos a Nuestra Señora del Buen Fin y Nazaret, que esta Semana Santa ha podido lucirse en todo su esplendor, después de que el año pasado la lluvia obligara a suspender el desfile (la imagen solo pudo salir hasta el palacio episcopal, donde se recogió).

Seriedad y recogimiento se mezclaban con ese sentimiento de ver brillar a la imagen mariana de la Cofradía de Las Batallas, una talla contemporánea que elaboró Francisco Berlanga en 1990, partiendo de una mascarilla antigua de la Virgen de los Dolores del siglo XVIII. «Este año el sol nos lo han regalado. Estamos felices de poder salir», decía la mayordoma de la hermandad, Inmaculada Hernández, minutos antes de que diera comienzo la procesión tras las puertas de la concatedral cacereña. Nuestra Señora del Buen Fin iba decorada con centros de rosas y claveles rojos, iris y nautilus rosas, que proporcionaban un tono más cálido al paso.

La imagen fue portada a hombros por una treintena de hermanos (había tres relevos), ataviados con el hábito de la cofradía: túnica roja, cíngulo amarillo, guantes blancos y verduguillo blanco en la cabeza. El resto de hermanos añaden a este traje una capa blanca con el emblema de la cofradía y sustituyen el verduguillo por el capuchón.

DESDE SANTA MARÍA / Como siempre abrió la procesión la banda de cornetas y tambores Jesús Nazareno de Trujillo. Tras ellos, en silencio los cofrades, a los que seguía Nuestra Señora del Buen Fin y Nazaret, que salió desde la concatedral hasta la plaza de Santa María. Cerrando el cortejo iba la banda de cornetas y tambores Santísimo Cristo del Humilladero, esta última de la capital cacereña. El desfile enfiló la plaza de Santa María hasta el Arco de la Estrella para subir por los Adarves de la Estrella, Santa Ana y del Padre Rosalío. Llegó hasta la Puerta de Mérida y Santa Clara (este año las Jerónimas no pudieron cantar a la Virgen al coincidir el paso de la procesión con su vigilia diaria) para torcer hasta la plaza de la Soledad y pasar por Pizarro, Sergio Sánchez, la parte alta de la plaza de San Juan, Gran Vía y plaza Mayor. En este último punto fue donde mayor número de personas se concentró, a pesar de que a esa hora hacía algo más de fresco en la ciudad. Y es que ayer el sol respetó pero hubo una bajada de temperaturas.

Tras llegar a la plaza Mayor el desfile volvió de nuevo hacia el Arco de la Estrella, para regresar otra vez a la plaza de Santa María y recogerse en el palacio Episcopal, situado frente a la concatedral.

La Cofradía de las Batallas tiene predilección por su Virgen del Buen Fin, a la que hace dos años y coincidiendo con su 25 aniversario, se le compró un traje nuevo que luce ahora cada Semana Santa. También se añadieron las escaleras al paso y se incorporaron a la talla los angelitos dormidos, que simbolizan la espera de la resurrección.

Nuestra Señora del Buen Fin es la protagonista del Sábado Santo, en una procesión de las más tranquilas de la Pasión cacereña, que simboliza el recogimiento el día después de la muerte de Cristo. Llena de tranquilidad la ciudad monumental después de una intensa semana que no ha dado tregua a cofrades, cacereños y turistas. Al cierre de esta edición el desfile cubría la última parte del recorrido antes de volver al palacio Episcopal. Los cofrades solo tenían una petición para su Virgen: Que el próximo año el tiempo les permita volver a lucir a la talla más especial de Las Batallas.