Después de 38 años de vida dedicada a tu querida profesión de maestro, te jubilas amigo y maestro, Don Lázaro, te vas con la misma ilusión que aquel primer día ya lejano que empezaste, y eso dice mucho de tu vocación y entrega al magisterio. Ni las siete leyes de Educación por las que has pasado, ni los cambios sociales, ni algunos padres intolerantes, ni los alumnos difíciles, ni políticos que legislan sin conocer la escuela, nada, nada de eso ha hecho mella en tu entrega apasionada a la enseñanza pública, en la que siempre has creído como generadora del cambio en la sociedad y en el individuo, escuela para todos y todas, sin discriminación ni social, ni económica, ni de ideas, ni de capacidades, escuela crítica, justa e igualitaria.

Y esa escuela transmisora de valores humanos es la que tú, Lázaro, maestro, has enseñado y trasmitido con tu ejemplo humanista y cristiano, para que tus alumnos salieran preparados para la vida, con sólidos valores, por encima de conocimientos y saberes, para que fueran buenas personas y buenos ciudadanos. Y doy fe que lo has conseguido.

Lázaro, has vivido como has enseñado, con tu buen hacer y con tu ejemplo continuo, adaptándote y formándote continuamente en cursos, tecnologías y cambios, pero nunca has perdido tu norte educativo como buen maestro: tus alumnos. Nunca has sido un tecnócrata de la educación, como a veces quieren hacer a los maestros, has creído en tus niños como personas que con ayuda de los padres debías formar. Por eso hoy te recuerdan con cariño y agradecimiento, pues conseguiste abrirles sus mentes al conocimiento e impregnar en sus corazones valores sólidos y duraderos, preparados para ser, más que para estar.

Has sido un maestro escuela auténtico, de los que de verdad creen en la educación como lo único que puede mejorar este mundo. Disfruta con salud de tu bien ganada jubilación.

* El autor es Marciano Jiménez, maestro y amigo del homenajeado.