La crisis comenzó a multiplicar las peticiones al Instituto Municipal de Asuntos Sociales de Cáceres (IMAS) hacia el año 2009, cuando el paro, los desahucios y otros problemas empezaron a hacer estragos entre la ciudadanía. Desde 2015 se nota un ligero descenso: diez de cada cien familias inscritas en estos listados no han necesitado más apoyo porque ya se mantienen por sí mismas. Son personas que se vieron envueltas en unas circunstancias angustiosas, pero no llegaron al IMAS para quedarse: han tenido la capacidad y la voluntad de salir adelante en cuanto la vida les ha dado la oportunidad.

En cambio, otras permanecerán siempre en las listas de la miseria... De un modo u otro están condenadas aunque reciban apoyo. Son los pobres crónicos, sin la facultad, ni el empeño ni el orgullo preciso para dejar atrás la exclusión. «Están faltos de una base de formación, de capacidades básicas que les permitan tener unos mínimos conocimientos para cualquier empleo», lamenta el director del IMAS, Juan Solo de Zaldívar. Muchos llegan a una edad en la que han adquirido derechos de ayudas periódicas a través de distintas instituciones y definitivamente se estancan en esas circunstancias.

Por todo ello, la tarea que desarrolla el IMAS es muy distinta de cualquier otra sección del ámbito municipal. «Aquí no hay que hacer política, los servicios sociales no tienen color. En Cáceres este instituto lleva 25 años trabajando y por él han pasado diferentes gobiernos, cada uno ha ido mejorándolo como ha podido», afirma Juan Solo de Zaldívar.

Este trabajo continuado y fructífero ha permitido, según el actual director, «pasar de un presupuesto de 300.000 pesetas en sus inicios a disponer de 3 millones de euros de financiación propia en la actualidad, a los que además se suman otras subvenciones de la Junta de Extremadura», explica. Por ejemplo, está a punto de materializarse la ayuda para mínimos vitales del Ejecutivo autonómico, por un importe de 230.000 euros. Permite el pago de las facturas de electricidad o agua y otros gastos que deben afrontar las familias sin recursos.

«Duro y gratificante»

«Es un trabajo muy duro pero a la vez muy gratificante en muchas ocasiones. Aunque atendemos situaciones muy difíciles, en ocasiones los usuarios vienen a darnos las gracias y a contarnos los cambios en sus vidas cuando han encontrado un empleo o las cosas le van mejor. Entonces te das cuenta de que el trabajo realizado ha merecido la pena», reconoce Juan Solo de Zaldívar.

Esta labor requiere la implicación de diversos trabajadores. En el IMAS prestan sus servicios cuarenta empleados junto con educadores sociales, trabajadores sociales, psicólogos, una asesora jurídica y auxiliares de servicios sociales, además de 75 auxiliares de ayuda a domicilio y seis técnicos de este mismo área, así como cuatro monitores de servicios socioeducativos.