Hoy se cumplen 10 años de la apertura en la avenida Ruta de la Plata de todo un clásico, el restaurante Eustaquio Blanco, que gestiona la tercera generación de una de las sagas familiares más reconocidas del mundo de la restauración cacereña. Nerea y Yolanda Blanco se ocupan de este negocio, una como gerente y otra al frente de las tareas de márqueting. Ayer estaban de enhorabuena, y no es para menos. «Este es un proyecto de mi padre que nosotros continuamos, sin perder la esencia de la empresa familiar», explica Nerea. «Proseguimos con los valores que mi padre nos inculcó, con su filosofía, que es la de darle valor a los productos de la tierra en nuestra carta».

Pero además intentan «llevar al pie de la letra» otra de las máximas del célebre cocinero, fallecido en 2010, «el valor humano interno, la configuración de un equipo eficaz y feliz al que siempre procuramos tratar con honestidad, humildad, reconocimiento y conducta de esfuerzo ejemplarizante por parte de la dirección».

Uno de los objetivos de Eustaquio Blanco, además de conseguir la rentabilidad propia de cualquiera empresa, «es divulgar la gastronomía extremeña como compromiso social para que la despensa extremeña sea conocida a nivel nacional e internacional». Igualmente tratan de aportar «un grano de arena para que Cáceres crezca», dice satisfecha Nerea Blanco.

El restaurante cuenta en la actualidad con un equipo formado por 21 profesionales. Parte de ese equipo de cocina es nuevo, «con nuevas ideas y nuevos proyectos, con gente joven que siempre te impulsa a no estar estancado, a estar al día y no parar de innovar y de crear».

Eustaquio Blanco es un complejo formado por restaurante, tapería, cafetería y terraza. En el restaurante dispone de una carta donde se da prioridad a los platos más típicos. De ellos destacan la perdiz estofada, que es la propuesta estrella. Pero hay otros, como el cordero a la antigua con lechuga y salsa verde, que es una receta muy antigua del fundador, o el lomo de trucha del Valle del Jerte. No faltan las criadillas de la tierra, los boletus o los salteados, sin olvidar los postres: biscuit de higos de Almoharín y helado de miel de las Villuercas o una tarta de queso de cabra con arenas dulces y especias, que es una nueva aportación que está teniendo un gran éxito entre los clientes.

En la tapería se da más margen a la creatividad y la innovación y se suele cambiar la oferta tres o cuatro veces al año. Destacan sus berenjenas a la miel o las croquetas de rabo de toro, que hacen las delicias de los paladares más exigentes. Todo un manjar, pura delicatessen la que ofrecen en un restaurante que hoy, por cierto, invitará en la barra y la terraza a una copa de vino de la tierra para festejar el décimo aniversario.

Un ejemplo de tesón, pasión por la gastronomía y entrega en el trabajo la de Nerea y Yolanda Blanco y todo el equipo. Un gran legado el que dejó Eustaquio, nacido en Cáceres en 1939. Él aprendió los secretos de los fogones de la mano de su madre, Francisca, en un humilde negocio familiar. Posteriormente, viajó al norte del país para aprender de los más grandes en ese momento: trabajó varias temporadas en el Hotel María Cristina de San Sebastián o en el Hotel Tres Reyes de Pamplona. Este espíritu inquieto y sus tres años de formación posterior en la Escuela de Hostelería de Madrid hicieron de él un gran profesional que durante más de 50 años luchó por llevar la excelencia a la cocina y abrir los productos extremeños a todo el mundo. Ahora, la estela continúa.