El bar que regentaba Alejandro Martín en Moctezuma estaba ayer cerrado a cal y canto. Una copa de vino sin terminar y un periódico arrugado alteraban el orden del lugar habitual de trabajo del asesino confeso del joven cacereño. Según testigos, en este local llamado Bonsai , situado junto a una farmacia y en los bajos de un bloque de viviendas en la calle Caupolicán, este hostelero había permanecido sirviendo copas a sus clientes hasta después de las dos de la madrugada del día de Reyes, poco antes del fatídico suceso en La Madrila.

Los que conocían a Alejandro en la zona mostraron ayer su sorpresa por su detención y destacaban su carácter reservado. "Era callado y se relacionaba poco", decían algunos vecinos del popular barrio cacereño, impactados aún por su relación con el responsable del crimen.

Un negocio nuevo

Aunque no eran muy conocidos en la barriada, Alejandro y su familia habían llegado en noviembre a Moctezuma para hacerse cargo de un bar que llevaba cerrado desde el verano. La reforma duró hasta diciembre y el establecimiento estuvo abierto hasta el pasado miércoles.

El asesino del universitario cacereño nunca había dado muestras en público de agresividad, aunque tampoco se caracterizaba por su locuacidad. "Era un tipo un poco extraño. Hablaba poco y su mujer era educada", explicaron las personas consultadas. Sin embargo, el detenido se dio a conocer en el barrio como Antonio, cuando en realidad su nombre de pila es Alejandro.

En el barrio donde residía, un piso de la urbanización Los Rosales del barrio de Pinilla, su imagen también era poco conocida. Los residentes del inmueble apenas podían ayer recordar su rostro entre el vecindario.

También explicaron que la pareja llevaba apenas dos meses viviendo en el edificio y que la mujer y el hijo eran más conocidos porque éste jugaba en la calle. Nunca crearon problemas en la comunidad, según el relato vecinal. Alejandro era también un desconocido hasta en los bares de su barrio.