El festival multiétnico

Un repaso a la historia de Womad: «El mayor acontecimiento artístico del año» en Cáceres

La cita ha resistido contra viento y marea al tiempo, a la eterna polémica del botellón e incluso a una pandemia mundial

Una  instantánea capturada durante la edición de Womad en 2001.

Una instantánea capturada durante la edición de Womad en 2001. / JAVIER CALDERA

«El mayor acontecimiento musical y artístico del año». Así se presentaba Womad a su llegada a Cáceres en 1992. La ciudad ostentaba el título de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde hace tan solo cinco años -recibió el reconocimiento en 1986- y en ese propósito de abrirse al mundo, negoció que el festival tuviera sede en la ciudad. Un año antes, en 1991, se había celebrado en Barcelona. La primera edición costó 100 millones de pesetas y repartió conciertos en cuatro escenarios, tres en la ciudad, la plaza de las Veletas, San Jorge, San Francisco, y el recinto Hípico. 

Desde que Womad nació en 1980, el festival se había celebrado en ciudades mucho más grandes pero nunca en una ciudad con las dimensiones de Cáceres. El desembarco del sello internacional de Peter Gabriel colocó a una ciudad heredera de la Movida en unos tempranos noventa en los circuitos internacionales . La primera edición se celebró «en un ambiente de completa relajación con un público no excesivamente numeroso pero sí entregado», recogen las crónicas de mayo del 92. Llegó a congregar en los conciertos a hasta 5.000 personas. El segundo año llegó a ocupar las portadas y atrajo al mismísimo Peter Gabriel, que actuó en el estadio Príncipe Felipe. Se consagró, además como una cita musical comprometida con los derechos humanos y contra el racismo. 

En 1994, con tan solo dos ediciones a las espaldas, atravesó su primer bache. Las instituciones alegaron que no podía celebrarse por falta de financiación e incluso la Caja de Extremadura reclamaba a la organización una deuda de 10 millones. Para que se mantuviera, se creó una plataforma ciudadana y finalmente, tuvo lugar aunque solo un día y cinco artistas. Superado ese primer asalto, regresó en 1995 con el formato original aunque ocupó los titulares por lo ajeno a lo musical. El fin de semana de los conciertos coincidió con la subida de la Virgen de la Montaña y provocó multitud de quejas porque la plaza de Santa María presentaba un aspecto poco decoroso para el paso de la patrona. Se tensó la situación hasta tal punto que el alcalde entonces, Carlos Sánchez Polo, no acudió a la procesión y los cacereños no querían devolverle el bastón de mando. «Dicen que Womad es una cosa mundial, pero es que la Montaña es una cosa de aquí, de Cáceres», recogían las crónicas. 

En 1996 volvió a concentrar el debate en el llamamiento a que se cuidara la limpieza de los recintos de conciertos y alcanzó las 25.000 personas. Un año después, en 1997 la cita toca techo y pide implicación privada para crecer. Acudieron hasta 70.000 asistentes. En aquella época, 1998, la afluencia masiva ya se convirtió en centro de los debates. 

Finalmente, la situación se resolvió llevando conciertos al Hípico, que sumaron 50.000 asistentes a pesar de las críticas. Aquel año la reivindicación se concentró contra la guerra de los Balcanes.  

De la plaza al ferial

Arrancó los 2000 con una edición arriesgada en el ferial con abonos a 1.000 pesetas los tres días. Esa edición convocó unos premios que entregó a colectivos comprometidos con los derechos humanos como la fundación Triángulo. En 2001, la lluvia deslució el festival, solo vendió 1.000 abonos e incluyó un escenario en la plaza de toros. Un año después, la lluvia volvió a ser protagonista y si en un momento se especuló sobre si podría haber muerto de éxito, se dejó claro que la «importancia de Womad no debía generar dudas a nadie» y se instó a mejorar su nivel. En 2003 llegó a las 60.000 personas, la cuarta parte del turismo anual de la ciudad. El botellón ilegal o plasticón se popularizó a lo largo de aquellos años. Las rastas, los djambé, las jam y los malabares se repartían en las calles. Apesar de la lluvia y las quejas por la suciedad, el festival y Cáceres mantenían un «feliz binomio».  

En 2011 estrenó la plaza recién reformada y en 2012 inauguró la nueva ubicación del escenario, que se trasladó a la zona baja por seguridad. En 2015 se consolidó como la sede más longeva del festival en España. Entonces ya se financiaba íntegramente con dinero público a través del consorcio Gran Teatro formado por la Junta, diputación de Cáceres y el ayuntamiento. En el país, cuenta con otra edición en Las Palmas de Gran Canarias que se celebra desde 1993 en noviembre. Dentro de la dinámica del festival en Cáceres, en 2016 la cita se pronunció a favor de la acogida de refugiados. Animó, aquel año, a «tender puentes y no muros». Volvió a llover. 

Las ediciones sucesivas registraron llenos absolutos en los escenarios, concentrados en la ciudad monumental. En 2018 alcanzó las 150.000 personas. Por primera vez en su historia, la pandemia obligó a suspender las ediciones de 2020 y 2021. En 2022 regresó para celebrar sus 30 años y recuperó las cifras previas a la pandemia y en 2023 incluso obligó a cerrar la plaza por exceso de aforo. Este año, tras tres décadas con Dania Dévora al frente, afronta una nueva etapa con una empresa madrileña, Sonde 3 con la intención de que la calidad musical ocupe las portadas.

Suscríbete para seguir leyendo

TEMAS