Sus padres son de Brozas, localidad a la que ha vuelto más de un verano. Ella nació en Vitoria, pero su sangre es extremeña. Y la deportista cacereña hizo ayer una gesta. La española Almudena Cid disputará el domingo su tercera final olímpica consecutiva, una cifra a la que no ha llegado ninguna otras gimnasta desde que la rítmica se introdujo en los Juegos en 1984.

Cid pasó con la novena nota a una final que sólo tenía sitio para las diez mejores. Si mantiene ese puesto el próximo domingo, repetirá la misma plaza que hace ocho años en Atlanta y hace cuatro en Sydney, pero ahora con 24 años, una edad a la que pocas gimnastas se mantienen en la élite.

Almudena Cid sentó ayer un precedente para la rítmica mundial que no será fácil de igualar. Lo celebró con lágrimas y recibiendo la felicitación de los príncipes de Asturias.

Una plaza menos

Cid ocupaba la octava posición al comenzar la jornada, gracias a las notas obtenidas ayer. Pero bajó una plaza con su primer ejercicio de ayer, el de cinta, que fue el peor valorado de los cuatro que ha hecho en la clasificación (23,150).

La española temía mucho la actuación con la cinta, por el aire acondicionado de la sala, pero acabó sin cometer errores graves. Todavía tenía un colchón de dos puestos para meterse en la final. No podía fallar con las mazas y no lo hizo. Cuando concluyó la actuación sin ninguna caída de aparato y se vio con posibilidades de ser finalista, se liberó de la tensión acumulada y lloró en brazos de su entrenadora mientras esperaba la nota, un 24,700 que le dio un 97,725 global.