El 9 de agosto de 1969, Charles Manson, el persuasivo líder de un grupo de hippies desquiciados por el consumo de LSD y el pseudosatanismo, envió a cuatro de sus secuaces a asesinar a puñaladas a todo el que se encontrara en la mansión situada en el número 10050 de Cielo Drive, en Los Angeles. Aquella bochornosa madrugada en la que fue asesinada la actriz y modelo Sharon Tate --de 26 años y embarazada de ocho meses del director Roman Polanski-- saltó por los aires el verano del amor.

La paranoia se instaló en un Hollywood que acababa de ver la llegada del hombre a la Luna pero era incapaz de comprender la brutalidad de una masacre de la que hoy se cumplen 40 años y en la que la sangre se confundió con el sexo, las drogas y el rock and roll. Sharon Tate era la actriz más bella de su generación, y junto con Roman Polanski formaban la pareja del momento. Entre sus amigos se encontraban estrellas como Warren Beatty, Mia Farrow, Peter Sellers, Jacqueline Bisset, Peter y Jane Fonda, Steve McQueen, Bruce Lee y Jim Morrison.

Talentosos, seductores, siempre a la última, siempre viajando. El director y la actriz eran la viva imagen del éxito. El acababa de estrenar La semilla del diablo ; ella, El valle de las muñecas (su primer papel reconocido por la crítica), y juntos planeaban convertir la novela de Thomas Hardy, Tess, la de los Urberville , en una película. Polanski no dirigió el filme hasta 1979, diez años después del crimen que acabó con la vida de su mujer y de su primer hijo.

Aunque poco importe ya, queda todavía la incógnita de si la elección de las víctimas fue o no intencionada. Lo más probable es que no fueran más que un símbolo del "establishment" al que Manson quería escarmentar.

MUSICO FRUSTRADO Además de ser un delincuente con un historial de casi 16 años de cárcel, Manson era un músico frustrado. Llegó a colaborar con Dennis Wilson de los Beach Boys, pero fue rechazado por el productor Terry Melcher, antiguo inquilino de la mansión en la que se cometieron los crímenes. Manson prometió vengarse de él, sobre todo cuando regresó a la casa y Tate y Polanski le echaron.

Cuando ese hombre que se hacía llamar Dios y Satán incitó a sus seguidores a sembrar el terror en Hollywood (además de asesinar a Tate y a sus cuatro amigos, un día más tarde mataron al matrimonio de empresarios LaBianca), lo hacía convencido del inminente estallido de un holocausto racial del que solo su familia saldría victoriosa. Invocó para ello la canción Helter skelter de The Beatles; según Manson, una profecía del apocalipsis. Ese fue uno de los lemas pintados con la sangre de las víctimas que aparecieron en el escenario del crimen. También dejaron escrito pig (cerdos), chaos (caos), war (guerra) y las garras de los Panteras Negras, a quienes pretendía responsabilizar de su masacre.

Los asesinatos cometidos por la familia Manson sigue generando una fascinación mórbida alimentada por cientos de libros, películas, páginas web e incluso circuitos turísticos. Mientras, un septuagenario Charles Manson, que nunca ha reconocido su crimen, y sus fieles Susan Denise Atkins (61 años), Patricia Krenwinkel (62) y Charles Watson (63), siguen en prisión. Fueron arrestados por casualidad, más de cuatro meses después de cometer los crímenes, y condenados primero a la pena de muerte y, tras la abolición de esta, a cadena perpetua. La ayuda de Linda Kasabian, una de las integrantes del grupo de Manson, que acudió a Cielo Drive pero no participó en los asesinatos, permitió resolver el caso.