Durante esta semana los vecinos que paseaban por las calles del municipio moralo han sido testigos de la puesta en marcha de un trabajo que muchas personas pensaban que ya no existía, que estaba olvidado. Esta labor es la realizada por el afilador de cuchillos.
Miguel Angel Segundo, un joven moralo de 28 años, ha sido el encargado de mostrar este antiguo oficio y ha apuntado que esta labor no sirve como única fuente de ingresos: "Trabajo también en el campo porque de esto sólo no se puede vivir. Cuando se acaba la campaña del tabaco o del pimiento, me monto en la bicicleta y empiezo a recorrer las calles para afilar".
Asimismo, Miguel Angel explica que en Navalmoral suele estar una vez por semana, pero también se traslada a la vecina comarca de La Vera. "En los pueblos que son pequeños hay más demanda que aquí, aunque tengo clientes fijos", subraya. El joven relata que fue su padre quien le enseñó a afilar hace ocho años y que él y sus hermanos continúan ejerciendo este olvidado oficio.
MENOS TRABAJO
No obstante, afirma que este verano ha descendido bastante el trabajo con respecto al año anterior. "Actualmente afilo unos 30 cuchillos al día a dos euros cada uno", dice.
La profesión de afilador no data de una fecha exacta, aunque según comentó Domingo Quijada, cronista oficial de La Villa, en los años cuarenta ya hay constancia de su existencia.
Según el especialista, "casi siempre los afiladores eran gallegos, que avisaban de su llegada con una armónica y recorrían la geografía española cuando escaseaba el trabajo en Galicia. Además de afilar, también vendían baratijas".
Antes de que se consolidara la profesión, en el siglo XX cada persona se afilaba sus herramientas. "En las casas había una especie de piedra de granito llamada amoladera con la que se afilaban los utensilios más pequeños y cuando había que afilar útiles del campo, la gente acudía a las herrerías", agrega.
Según Quijada, cuando aparecieron los afiladores, era más cómodo dejarles el trabajo a ellos, ya que estaban dedicados sólo a esta labor.
