Editorial

Extremadura necesita un calendario creíble sobre el AVE

Tanta palabra frente a tan poca acción, puede acabar con la paciencia de los extremeños

Una imagen del AVE.

Una imagen del AVE. / EL PERIÓDICO

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Desde hace un cuarto de siglo, Extremadura viene escuchando buenas palabras sobre la puesta a punto de sus infraestructuras, en particular de un ferrocarril competitivo, es decir, de alta velocidad, que uniría Lisboa con Madrid a través de Extremadura. Palabras y poco más, si tenemos en cuenta los resultados más de dos décadas después debido al lento avance de las obras que son las que, según el refranero, demostrarían el cariño verdadero del Gobierno, más allá de las efusivas declaraciones del ministro de turno del color político que haya tocado a lo largo de estos casi 25 años. Tampoco han movido mucha ficha desde Portugal que, frente al parón de Lisboa, ha procedido ya a las primeras fases de la licitación del ramal de Oporto a Galicia, desde donde podrán enlazar a Madrid.

La penúltima proclama de luchar hasta la extenuación por esa ansiada infraestructura, dada por inaugurada con todo el boato hace ya dos años en uno de los tramos de poco más de cien kilómetros electrificados, tuvo lugar durante la visita a Extremadura en el mes de febrero del actual ministro de Transportes, Óscar Puente, cuando renovó el compromiso para el despliegue completo de la alta velocidad. Es verdad que no dijo fechas, pero la proximidad del Mundial parecía animar tanto a los portugueses como a los españoles y, cómo no, a los extremeños, que sufren cada día la escasez de servicios y los extenuantes tiempos de conexión con Madrid. Muchos creyeron en ese horizonte de 2030, amparados por un acontecimiento deportivo multitudinario que, sin duda, moverá a millones de personas entre los dos países anfitriones, Francia y España. Lo más que puede esperarse, a estas alturas, es la mejora de la comunicación entre Cáceres y Badajoz a medida que culmina la electrificación de la línea. Y, por supuesto, son de valorar muy positivamente los avances en la comunicación de la comunidad, indispensable para la vertebración del territorio. Pero el enlace con Madrid, que hoy por hoy sigue siendo la capital de los negocios, resulta imprescindible e irrenunciable para una Extremadura que necesita, más que nunca, apoyo decidido para que el despegue económico sea una realidad palpable.

Según las últimas declaraciones tanto en Bruselas como en la Delegación del Gobierno, disponer de una verdadera línea acomodada a las exigencias del siglo XXI se demora a 2032 debido a la lentitud del tramo en Castilla-La Mancha, desde hace tres años en espera de la Declaración de Impacto Medioambiental. Más palabras frente a una realidad que puede dejar cortos los nuevos plazos porque los tramos por realizar son los más complicados y los que están más retrasados burocráticamente. Estamos ante una construcción no exenta de dificultades y que supone una gran inversión, 3.700 millones de euros, pero es necesaria para acabar con un aislamiento que cercena las posibilidades de futuro y los derechos básicos de los extremeños.

Tanto discurso estéril alargado en el tiempo, parece haber calado tan hondo entre los habitantes de Extremadura que hasta puede percibirse una sensación de resignación callada, de haber asumido ser, casi siempre, los últimos en la lista de espera. Pero ese largo paréntesis debe darse por concluido. La Junta ha pedido una reunión al ministro Puente que, esta misma semana pasada, ha reconocido en el Senado a preguntas de la senadora del PP Dolores Marcos la situación insostenible del servicio de ferrocarril en Extremadura al decir que es “mejorable” y que esas mejoras llegarán pronto. Por supuesto que este atraso histórico no tiene color político porque, a lo largo de los años, el proyecto ha sido pospuesto sin encontrar excesivo conflicto en una tierra demasiado acostumbrada a callar. Tampoco sirve de consuelo esperar la llegada de los Alvia salidos de la línea hacia Galicia, tras la entrada en servicio de los nuevos Avril. Sin la puesta en marcha de las obras en los tramos, tanto en Castilla La Mancha como en la propia región extremeña, con el paso de Navalmoral por resolver, no habrá verdadera alta velocidad porque la vía convencional no lo permite. Y los tiempos de viaje apenas se recortarán un cuarto de hora con respecto a los actuales: más de tres horas desde Cáceres a Madrid y más de cuatro a Badajoz. Inaceptable y contradictorio con la política de descarbonización y sostenibilidad de la que le gusta presumir al Gobierno en Bruselas.

Tanta palabra frente a tan poca acción, puede acabar con la paciencia y la tolerancia de la que Extremadura ha hecho gala durante 26 años. Es imprescindible que se ponga encima de la mesa un calendario creíble, con plazos e inversiones concretos. Todo tiene un límite, también la paciencia de los extremeños. n