Viajar es muy parecido a amar, a vivir también. Dura un instante, y zas, tu corazón queda marcado para siempre. Pasa que a veces viajas de nuevo a un lugar en el que ya has estado pero lo ves con otros ojos, con la mirada del que descubre las constelaciones a través de un telescopio. Me ocurrió el fin de semana pasado en Plasencia. Escuché por primera vez a Joaquín Sabina en mi etapa en la universidad cuando su ‘Pongamos que hablo de Madrid’ era himno y bandera de todos los que aterrizábamos en la gran urbe. Llevaba yo, lo confieso, seis meses divorciado de Sabina hasta que el sábado, paseando por el Rincón de San Esteban, conocí a Carlos Bannik, un tipo de Barco de Ávila que desde hace años hace tributos a Sabina en calles, plazas y bares de España y, bueno, de gran parte del mundo.

A Carlos lo contrataron los de la Dirección General de Turismo a propósito de ArteFío Plasencia, una actividad que sacó literalmente a la calle a la ciudad. Bannik contactó con Sabina cuando fue a visitarlo a su piso de Tirso de Molina en pleno fervor de la movida madrileña. El cantante le dijo: «Cuando me muera te vas a forrar, hijo puta». Llevaba razón el flaco de Úbeda porque Carlos Bannik es la viva reencarnación de Sabina. «Yo no quiero un amor civilizado, con recibos y escena del sofá, yo no quiero que viajes al pasado y vuelvas del mercado con ganas de llorar...», entonaba Carlos con solo su guitarra en una plaza abarrotada en la que hasta un director de banco (que, todo hay que decirlo, demostró que nada tenía que ver con los directores de banco al uso) salió de espontáneo protagonizando un dúo inolvidable.

Me pareció Plasencia una de esas ciudades del norte de Europa en las que con libertad se vive la música en directo. Por la mañana tocaron unas chicas gallegas, me deslumbró su catedral, descubrí las cañas de El Español y la Estrella Galicia del Alba Plata. Plasencia es el único lugar de la tierra donde he probado un gintonic en condiciones, preparado en su justa medida, sin pasarte y sin quedarte corto: los sirven como nadie en el Alameda y el Tentempié. Y comí unas croquetas tan buenas como las de mi madre en el Santa Ana, a un paso del Teatro Alkázar, donde por cierto se celebraban los Encuentros del Bienestar que organiza la Cadena SER. Acudió la diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada, con la que coincidí mientras estaba visitando el Parador. Amable, vaporosa, de buenos modales, Ágatha recorría Plasencia como si fuera un hada madrina.

Por esos encuentros de la SER también pasaron los actores Antonio Resines y Loles León, y el director de cine David Trueba, que asistió al estreno en la Sala Verdugo de su peli ‘Casi 40’, que se rodó en parte en la librería placentina La Puerta de Tannhäuser (enhorabuena a sus dueños Álvaro Muñoz y Cristina Sanmamed). La película, protagonizada por Fernando Ramallo y Lucía Jiménez (cómo me gusta su hermana Rebeca cantando ‘De haberlo sabido’ con Quique González) muestra ese afán que a determinada edad tenemos de recuperar algún rescoldo del pasado.

Al volver a Cáceres giré la vista hacia Plasencia y me di cuenta de lo fácil que sería hacer de la nuestra una ciudad menos monótona. Hay gente que lo intenta a diario. Son personas muy diversas que se han unido en peñas en las que hablan de política, de cómo cambiar Cáceres, también de sí mismos, de sus amores, desamores, estados de ánimo... Se congregan para socializarse; sé que no puedes arreglar el mundo en una caña, pero mientras saboreas su delicisosa espuma quizás contribuyas a mejorar el lugar que habitas.

Están los de la Peña K-15, formada por Ricardo, Claudio, Serafín, Joaquín, Juan Luis y José Antonio Quintero Ramajo, que hace unos días reunieron en la finca La Centolla (kilómetro 12 de la carretera de Monroy) a un nutrido grupo de toreros cacereños. Luego están los de la Lola, que los primeros miércoles de cada mes se juntan en el restaurante de Youssef Babadakhti. La componen Ángel González, Claudio Ambrosio, Serafín Gordillo, Ángel Rubio, José María Bermejo, Felipe Vela, Pablo Medrano... Las San Viernes son las de Dioni, Mariángeles, Paca, Elisa Blázquez... Los Marimartes son los de Juanma Zamorano, Coke Bermejo, Franco Deluxe, Hugo Alonso, Emi, Alfredo, Raúl... Las Ritas se concentran los sábados (Loncha, Julia, Montaña Malpartida...) y siempre por una causa solidaria (hace unos días fue en favor de la Asociación Cuéntame algo que me reconforte, que lleva Alicia Chamorro y que ayuda a niños enfermos terminales).

En esas peñas suele flotar esta pregunta: «¿Qué hacemos con Cáceres?» Creo que la respuesta se basa en tres claves. La primera, la película de Trueba: estamos más gordos, más calvos, más viejos, pero no menos vivos. La segunda está en Sabina: «Cuando la ciudad pinte sus labios de neón, subirás en mi caballo de cartón... me podrán robar tus días, tus noches no». Y la tercera, en Carlos Bannik: «Yo no quiero París con aguacero ni Plasencia sin ti».