Para cualquiera que se haya criado en las calles cacereñas, resulta sencillo recordar un tiempo en el que Pintores era conocida como la arteria comercial de la ciudad. Los negocios, uno junto al otro, esperaban pacientemente la llegada de su siguiente cliente, y nunca pasaba mucho tiempo antes de que alguien cruzara el umbral.

Para los más jóvenes, esta idea puede resultar lejana, casi ajena, porque la calle Pintores se ha convertido con el paso del tiempo en el fantasma de una gloria pasada. En el imaginario colectivo, hace mucho que cedió su lugar como uno de los centros principales del comercio en la ciudad.

La reciente pandemia ha sido un golpe de gracia para el ya herido gigante. No es difícil, al pasear por la zona, encontrar locales vacíos que esperan el nacimiento de un nuevo negocio. Su situación es aún peor que la del resto de comercios de la capital, hecho visible en los pocos transeúntes que se ven rondando por la vía y que se reafirma al comparar los testimonios de sus trabajadores con los de otros lugares, como Cánovas.

Los establecimientos que perseveran lo hacen a sabiendas de que la lucha no ha tocado a su fin con la reapertura de los locales al público. Pese a que coinciden en que las dificultades van a continuar, y en que la subida de sus ventas va a ser lenta, no todos los propietarios están de acuerdo a la hora de señalar al culpable general de la mala situación en la que se encuentra Pintores.

Por un lado, buena parte admite que su situación no era la más favorable ya antes de que el covid barriera con la economía internacional. Sin embargo, tres meses de cierre han resultado un golpe que muchos no han podido soportar. Dependientes y propietarios mencionan con pesar aquellas tiendas que han ‘chapado’ por última vez. Muchos han sobrevivido gracias a la posibilidad de hacer repartos de sus productos que el cliente compra a través de internet, que se ha establecido como una red de seguridad a la hora de continuar con las ventas. Unos pocos privilegiados han tenido la posibilidad de expandir su mercado más allá de las fronteras cacereñas gracias a su presencia online.

LA CLIENTELA BAJA

Sin embargo, el uso de esta alternativa no puede hacer frente al problema principal, que continúa presente incluso en la venta por internet: no hay suficiente clientela.

Algunos consideran que esto «se debe al miedo, que es libre», explica la dependienta de Zapotonee, en San Pedro. Ante la situación extrema vivida en nuestro país durante la cuarentena, pocos querían arriesgarse a tener más contacto del necesario con el exterior, con lo que las compras quedaron como un lujo propio del pasado.

Otros, sin embargo, achacan este hecho a la competencia existente con las grandes plataformas comerciales. «No se trata de no tener venta por internet, porque la tengo. Pero no juego en la misma liga que Amazon. El Corte Inglés y yo sí que pagamos los mismos impuestos, eso es otra cosa. Pero igualmente, la gente dice que en esta zona no hay nada sin ni siquiera pasarse a mirar. No se molestan en venir», aseguran desde la zapatería Mamen Peña en Pintores.

Y ese es otro de los grandes problemas: los pequeños negocios de la zona se quejan de la falta de visitantes del área comercial. Afirman que, para ellos, la temporada alta no está en Navidad ni en las rebajas de verano, sino en la bajada de la Virgen de la Montaña, las procesiones de la Semana Santa... es decir, aquellos eventos que causan más presencia de público en la Plaza Mayor. Es un hecho lógico, si tenemos en cuenta que la calle Pintores se establece como una de las vías más directas desde el centro. Mismo problema existe con la reducción de turismo producida por el covid-19.

La necesidad de cancelar los eventos multitudinarios ha barrido también con la temporada de bodas, bautizos y comuniones. Las repercusiones que ha traído consigo este hecho resultan especialmente sangrantes en sectores como la zapatería, el textil, los salones de belleza o aquellos negocios dedicados a la decoración floral.

LA PEATONALIZACIÓN, A DEBATE

Muchos se quejan de la actuación del ayuntamiento. Las ayudas prometidas, dicen, son lentas y resultan insuficientes para hacer frente a las pérdidas que han sufrido. Los alquileres no perdonan, y tres meses de cierre les ha creado una deuda a la que no todos pueden hacer frente.

Negocios como Castela Hair & Beauty critican también la falta de proyectos que animen a la ciudadanía a acudir a la plaza. Las ventas del comercio del centro palidecen si se comparan a las de barriadas más transitadas.

La peatonalización es otro de los debates puestos sobre la mesa. Hay comerciantes que consideran dañino el proyecto previsto para la calle Parras. «En esta ciudad, incluso cuando llueve, sacamos el coche en lugar del paraguas. Se ve la zona como algo que está lejos, porque se tiene que venir andando», expresan desde Mamen Peña.

Estos mismos problemas parecen acompañar a los negocios de buena parte de la ciudad, que se esfuerzan en recuperarse tras el confinamiento. Sin embargo, se vuelven especialmente claros aquí. La Asociación de Empresarios del Comercio de Cáceres (Aeca) afirma que, en este caso, la dificultad reside en que este área no se recuperó de la crisis que la azotó en 2008, lo cual la ha convertido en un punto aún más vulnerable frente a la excepcional realidad que se está viviendo.

Sin embargo, los dependientes no dudan en afirmar lo satisfechos que se encuentran con su clientela, tanto con aquellos rostros habituales como con quien nunca antes ha entrado a su establecimiento. Concluyen en que todos «se portan muy bien», en lo que a respetar las distancias e higiene recomendadas se refiere. Los más afortunados han tenido ya la oportunidad de ver colas a las puertas de sus tiendas.

Incluso en estos casos, es evidente que la situación para estos pequeños establecimientos no es fácil, y el futuro no se presenta mucho mejor. Desde Aeca no encuentran una solución clara y prefieren ser cautos: «Vamos viendo día a día cómo van evolucionando las cosas».